Boyce Thompson Institute / 5 de diciembre, 2025.- Las uvillas (aguaymanto, o Physalis) tienen un sabor a cruce entre piña y mango, aportan la riqueza nutricional de un superalimento y son cada vez más populares en los supermercados estadounidenses. Sin embargo, las plantas que producen estos frutos de color amarillo anaranjado brillante crecen de forma silvestre e incontrolable, alcanzando alturas que hacen impráctica su agricultura a gran escala.
Investigadores del Instituto Boyce Thompson (BTI) ayudaron a resolver este problema. Mediante la edición genética CRISPR, un equipo colaborativo, que incluía a la profesora del BTI Joyce Van Eck, diseñó plantas compactas de Physalis que son un 35% más bajas que sus parientes silvestres, lo que las hace viables para la agricultura comercial.
“Las uvillas tienen un enorme potencial como cultivo nutritivo, pero su porte arbustivo y voluminoso ha dificultado la producción comercial”, afirmó Van Eck. “Estas nuevas plantas compactas pueden cultivarse en mayor densidad, no requieren tutores ni espalderas extensas, y son mucho más fáciles de mantener y cosechar”.
La investigación, publicada en Plants, People, Planet, demuestra cómo las soluciones basadas en la fitociencia pueden mejorar rápidamente cultivos menores que no se han beneficiado de los programas de mejoramiento tradicionales.
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De silvestre a cultivable
Originaria de la región andina de Sudamérica, el aguaymanto (Physalis peruviana) se ha consumido durante siglos, pero ha sido poco domesticada. Colombia produce actualmente más de 20.000 toneladas anuales, de las cuales el 40% se exporta para satisfacer la creciente demanda mundial.
El equipo aprovechó el conocimiento de cultivos de solanáceas afines, centrándose en el gen ERECTA, que regula la longitud del tallo en tomates y uvillas. Dado que el aguaymanto es tetraploide (con cuatro juegos de cromosomas), los investigadores necesitaron editar dos copias separadas de ERECTA.
Utilizando la tecnología CRISPR y los métodos de transformación desarrollados en BTI, generaron con éxito plantas con ediciones precisas en ambas copias genéticas. Tras cruzar las plantas editadas para seleccionar el sabor preferido de la fruta, el equipo produjo líneas estables de «Erecta» con entrenudos un 50% más cortos que las plantas silvestres.
Las plantas compactas producen frutos con un peso promedio de 3,3 gramos, apenas un poco más pequeños que los aguaymantos disponibles comercialmente en los mercados estadounidenses.
El equipo ya obtuvo la autorización del USDA, lo que confirma que las plantas editadas están libres de las regulaciones sobre plagas. Ahora, solicitarán la aprobación de la FDA para que los productores puedan proceder con la producción comercial de inmediato.

Más allá de las uvillas
Unos pocos cultivos (trigo, arroz, maíz, soja) dominan la producción mundial de alimentos, creando un sistema frágil y vulnerable a interrupciones y enfermedades. Mientras tanto, cientos de «cultivos menores» nutritivos permanecen infrautilizados, a menudo atrapados entre su origen silvestre y su viabilidad comercial.
«Este trabajo demuestra cómo la edición genética puede complementar el fitomejoramiento tradicional de cultivos menores», afirmó Van Eck. «Podemos integrar décadas de conocimiento sobre fitomejoramiento de las principales especies de cultivos, utilizar CRISPR para realizar cambios precisos en rasgos específicos y acelerar el desarrollo de variedades mejoradas, añadiendo una nueva y poderosa herramienta al conjunto de herramientas de los fitomejoradores».
El equipo ha identificado varios pasos prometedores para impulsar el cultivo del aguaymanto, como aumentar el tamaño del fruto, eliminar los acilazúcares pegajosos en la superficie del fruto y permitir una maduración sincronizada para una cosecha eficiente. Este enfoque se extiende más allá del aguaymanto: estrategias similares podrían mejorar el maracuyá, el aguaymanto y otros cultivos infrautilizados con un alto perfil nutricional e importancia regional.
“Mejorar cultivos menores nutritivos como el aguaymanto amplía la diversidad dietética y crea nuevas oportunidades para los agricultores”, añadió Van Eck. “Es precisamente el tipo de solución basada en la ciencia vegetal que BTI busca ofrecer”.
La investigación contó con el apoyo del Programa de Investigación del Genoma Vegetal de la Fundación Nacional de Ciencias de USA y contó con la colaboración del Laboratorio Cold Spring Harbor y la Universidad Johns Hopkins.


