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Nuevas técnicas de fitomejoramiento: ¿Cuales son las herramientas que están transformando la agricultura?

[Entrevista de la Revista Mundoagro] Miguel Ángel Sánchez, Director Ejecutivo de Chilebio explica las nuevas técnicas de fitomejoramiento que permiten acelerar los procesos de mejoramiento, reducir costos y alcanzar objetivos que no eran posibles mediante las técnicas tradicionales u OGM.

Revista MundoAgro / 8 de julio, 2025.- Ágiles, precisas y sostenibles, las nuevas técnicas de mejoramiento genético permiten desarrollar cultivos adaptados al cambio climático, con mejor valor nutricional y menor impacto sobre el ambiente. Miguel Ángel Sánchez, director de Chilebio, nos cuenta qué potencial tienen en Chile y cuáles son los desafíos que enfrentan.

-¿Qué se entiende por nuevas técnicas de fitomejoramiento?

-El fitomejoramiento tiene una larga historia. Desde tiempos ancestrales, el ser humano ha modificado genéticamente los vegetales, aunque sin comprender del todo los procesos implicados. Solo en el último siglo esta práctica se ha consolidado como una disciplina científica, con profesionales especializados que hoy se conocen como “mejoradores genéticos”.

En la actualidad, distinguimos dos grandes grupos de técnicas: las tradicionales -como los cruzamientos dirigidos, la poliploidía o la mutagénesis- que no incorporan biotecnología, y las bioteсnológicas, dentro de las cuales hay un subgrupo que utiliza ingeniería genética. Este último incluye a los organismos genéticamente modificados (OGM), entre ellos los transgénicos, cisgénicos e intragénicos, categorías a menudo desconocidas por el público, que suele asociar el mejoramiento genético únicаmente con los transgénicos.

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Miguel Ángel Sánchez, ChileBio
Dr. Miguel Ángel Sánchez, Director Ejecutivo de ChileBio.

Luego, existe un grupo emergente de herramientas denominadas “nuevas técnicas de fitomejoramiento” o New Breeding Techniques (NBT), también conocidas como Plant Breeding Innovations (PBI) о, en Europa, New Genomic Techniques (NGT). Estas tecnologías permiten acelerar los procesos de mejoramiento, reducir costos y alcanzar objetivos que no eran posibles mediante técnicas tradicionales u OGM.

¿Y qué es lo que se hace hoy con estas técnicas? Entre otras cosas, inactivar ciertas funciones genéticas, es decir, silenciar los genes responsables de producir ciertas proteínas. De esta forma, es posible incrementar la tolerancia de una planta a la sequía, salinidad, calor o enfermedades, mejorar su valor nutricional o bien adaptarla a condiciones climáticas cambiantes. Además, estas herramientas destacan por ser más simples de desarrollar, más eficientes y más precisas que las técnicas tradicionales y resultan complementarias a los OGM. Frente a los desafíos del cambio climático y la necesidad de una agricultura más sostenible, nos ofrecen una oportunidad insoslayable.

-¿Cuáles son las más relevantes en la actualidad?

-Hay varias, aunque sin dudas CRISPR (Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats) ha captado la atención global. Esta técnica de edición genética permite modificar el ADN con alta precisión, utilizando una enzima (Cas9) que actúa como una tijera molecular para cortar el material genético en un punto específico.

Con CRISPR es posible inactivar genes, modificar proteínas para hacerlas más resistentes a temperaturas extremas o evitar que agentes patógenos reconozcan a la planta, previniendo así enfermedades. Esta tecnología destaca por ser económica, eficiente y sencilla de aplicar, lo que ha impulsado su rápida adopción. Además, las modificaciones que logra son indistinguibles respecto de las mutaciones naturales.

-¿Qué potencial tienen estas herramientas en el contexto chileno?, ¿cuáles son los cultivos o problemáticas productivas que podrían verse más beneficiadas?

-Estas técnicas tienen un enorme potencial para resolver problemáticas agrícolas locales y globales. El primer gran desafío es aumentar la productividad de los cultivos: con suelos cada vez más degradados y una población creciente, necesitamos producir más con menos.

En segundo lugar, es clave avanzar hacia una agricultura que utilice menos insumos y sea más respetuosa con el ambiente. Con estas herramientas es posible desarrollar variedades que demanden menos agua, fertilizantes o productos fitosanitarios. También se pueden reducir las pérdidas causadas por plagas, malezas o fenómenos climáticos extremos, que, según la FAO actualmente representan cercа del 30% de la producción mundial.

Otro eje fundamental es disminuir el desperdicio de alimentos. Según la misma FAO, el 40% de lo que logra salir del campo y llega a nuestras mesas es botado a la basura. Eso significa que estamos siendo súper ineficientes en la cadena de valor de los alimentos. Podemos entonces desarrollar variedades con mayor vida útil o que retrasen la oxidación, contribuyendo así a una cadena de producción más eficiente. Esa es la dirección hacia donde va este tipo de desarrollos. Finalmente, estas tecnologías también permiten aumentar el contenido nutricional de los alimentos que consumimos, un aspecto clave para aquellas poblaciones que no acceden fácilmente a ciertos nutrientes.

-¿Qué tipo de desarrollos impulsan las empresas que integran ChileBio? ¿Qué barreras enfrentan en términos de percepción, inversión o regulación?

-Las empresas miembros de ChileBio se centran en cultivos de alto valor exportador. Hoy el foco está puesto en mejorar sus características nutricionales para que los beneficios de la biotecnología sean percibidos directamente por los consumidores. Esto introduce una diferencia respecto de los OGM tradicionales, cuyo impacto siempre fue más evidente para el agricultor que para el consumidor final.

Actualmente, existe una mayor exigencia y conciencia por parte del público respecto a lo que consume. Muchos buscan alimentos enriquecidos, y estas herramientas permiten avanzar hacia una oferta alimentaria más saludable y funcional.

En cuanto a las barreras, el primer gran desafío que tenemos por delante es regulatorio. Si bien más de 25 países ya cuentan con marcos normativos favorables -Chile fue pionero en Latinoamérica al establecer su procedimiento en 2017- aún falta lograr una armonización global que garantice la viabilidad comercial de estas tecnologías. También es crucial garantizar inversión en investigación y desarrollo, además de claridad normativa para evitar restricciones arbitrarias о
innecesarias.

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Podrían surgir, por ejemplo, requerimientos de trazabilidad de estos productos que no tendrían ninguna lógica y que, además, no podrían cumplirse, ya que las modificaciones genéticas que se logran con este tipo de herramientas son indistinguibles respecto de los cambios genéticos que ocurren de manera natural y azarosa en el medio ambiente. En un transgénico hay ADN proveniente de otro organismo. Alguien lo introdujo. No podría haber sido jamás una cosa natural. En cambio, los productos que resultan de estas nuevas técnicas de edición génica son indistinguibles de esas modificaciones azarosas que ocurren en la naturaleza. No son trazables. Sin embargo, podría ocurrir que un país decida implementar algún requisito como el etiquetado en el marco de sus políticas. Entonces, de nuevo, tenemos el desafío de que situaciones como estas no se produzcan.

Otro punto pendiente es la propiedad intelectual. ¿Un cambio mínimo en el código genético da lugar al surgimiento de una nueva variedad? Este es un debate abierto a nivel internacional. Con este tipo de herramientas es posible hacer cambios tan precisos que se podría modificar apenas una letra del mensaje -un nucleótido- sin cambiar absolutamente nada más en todos los genes de una planta. Entonces la pregunta es: ¿cambiar una letra habla de una variedad nueva de plantas o no? Yo no tengo la respuesta, nadie la tiene: el debate mundial gira alrededor de ello. Porque si se tratara de una variedad nueva, se podría solicitar la propiedad intelectual. Pero si no lo es, quien la desarrolló no va a tener derecho a obtener ningún beneficio o retribución económica. De allí el debate actual, que no está zanjado. Lo que sí está claro es que necesitamos reglas claras que reconozcan y protejan la innovación sin obstaculizar el acceso a ella.

-¿Cómo se prepara el sector privado para escalar estas tecnologías a nivel comercial?

-No se trata de prepararse: el sector ya está trabajando intensamente en ello. Y hay una acumulación de conocimiento científico que permite avanzar con firmeza. Las empresas invierten para conocer mejor los genes de interés y las herramientas que pueden optimizarlos, pero también colaboran en mejorar el enfoque regulatorio y en anticipar las tecnologías emergentes.

Eso significa, por ejemplo, a través de ChileBio, que se mejoren las regulaciones, que se advierta cuáles son los tipos de tecnologías que están emergiendo у las que van a venir, para que los reguladores estén preparados para darle un marco. En Chile, el principal desarrollador de nuevas variedades no es una empresa privada, sino el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), que trabaja en cultivos como tomate, arroz, palta y trigo. También han surgido startups innovadoras como Neocrop Technologies (trigo con más fibra y tolerancia a sequía), Meristem (cerezas sin carozo) у Suyai (tomates resistentes ahongos). El Consorcio Biofrutales, por su parte, desarrolla manzanas antioxidantes y vides resistentes a enfermedades, articulando al sector público y privado con universidades.

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-¿Cómo trabaja Chilebio para fomentar la adopción de estas tecnologías?

-La comunicación es la esencia de nuestra labor. En ChileBio trabajamos intensamente en divulgación, formación y diálogo con distintos públicos: autoridades, agricultores, medios, reguladores y, especialmente, el mundo académico. Muchas veces existen visiones muy acotadas acerca de estas tecnologías, por lo que nos esforzamos por mostrar su potencial y sus aplicaciones reales. No buscamos aceptación masiva sin reflexión, sino generar conversaciones con audiencias específicas para que comprendan el alcance y las implicancias de estas herramientas.

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-¿Cómo percibe la sociedad chilena estas tecnologías?

-En general, aún no son parte del debate público. A diferencia de los transgénicos, cuya controversia fue intensa hace algunos años. las NBT no han generado reacciones adversas visibles. Eso no implica su aceptación automática, pero sí una oportunidad para informar mejor. En las audiencias técnicas o profesionales la recepción ha sido positiva gracias al trabajo sostenido de información y formación.

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-¿Qué se necesita para que Chile avance decididamente en la incorporación de estas tecnologias a su matriz agrícola?

-Diría que lo que falta es voluntad política. Chile cuenta con un enfoque regulatorio ágil y reconocido internacionalmente, porque es un sistema predecible, que está preparado para recibir nuevos tipos de desarrollos y tecnologías, a diferencia de lo que ocurre en otros países. Es un sistema flexible que, en poco tiempo, en menos de 20 días, es capaz de generar una respuesta. Es muy ágil. Sin embargo, carece de respaldo jurídico firme. No hay una ley, decreto ni resolución específica sobre NBT: solo existe un procedimiento muy bien implementado por el SAG, y publicado en su sitio web. Pero esto lo vuelve frágil frente a posibles cambios administrativos.

Necesitamos certeza jurídica. Un marco legal permitiría consolidar el trabajo técnico ya realizado y brindar seguridad a quienes investigan, invierten y producen en este campo. Hoy ese gran avance regulatorio está sostenido por la voluntad, no por una norma. Y eso debe cambiar si queremos consolidar un desarrollo agrobiotecnológico sustentable y competitivo.

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