Gracias a la tecnología CRISPR, investigadores israelíes logran cultivar tomates que consumen menos agua sin comprometer su rendimiento, calidad ni sabor. La edición sobre una proteína que controla el cierre de los estomas ante situación de sequía (y evitar pérdida de agua por evaporación), permitió que estos solo cerrarán en las horas de mayor calor, pero se abrieran durante la mañana y en la tarde. Esto permitió el ingreso suficiente de CO2 para que la planta logrará niveles normales de producción de azúcares fotosintéticos.