
Como parte de una colaboración entre CIRAD y Genoscope (el centro nacional francés de secuenciación), se secuenciaron y ensamblaron recientemente los genomas de siete ancestros clave del plátano cultivado. Este nuevo conjunto de referencias es una herramienta fundamental para localizar genes asociados a rasgos de interés en su mejoramiento y, además, arroja luz sobre los factores genómicos que han impulsado la especiación de esta planta originaria del Sudeste Asiático. Los resultados fueron publicados en Nature Communications.
ChileBio / 13 de septiembre de 2025.- A inicios de 2025, un equipo liderado por CIRAD y Genoscope publicó en Nature Communications los genomas, ensamblados cromosoma por cromosoma, de siete ancestros clave del plátano cultivado. El resultado pone orden en un rompecabezas evolutivo —cómo se formó Musa— y, sobre todo, entrega a los mejoradores un mapa de alta precisión para encontrar genes de rendimiento, resistencia a enfermedades y calidad poscosecha.
Los plátanos que comemos son el producto de hibridaciones antiguas entre especies y subespecies del Sudeste Asiático. Sus genomas son mosaicos: combinan segmentos heredados de nueve grupos genéticos, incluidos dos ancestros “desconocidos” que durante años desafiaron a la ciencia. El estudio confirma que uno de esos misteriosos contribuyentes corresponde a Musa acuminata ssp. halabanensis; del segundo, los datos apuntan a una afinidad con ssp. zebrina. Resolver esta genealogía no es una curiosidad académica: indica de qué ancestro proviene cada rasgo útil y cómo movilizarlo en programas de breeding.
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En el comunicado oficial, la genetista Angélique D’Hont sintetiza la prioridad práctica: “El sabor no es el rasgo más difícil; lo que sobre todo buscamos son altos rendimientos, resistencia a enfermedades y cualidades poscosecha”. Esa lista tiene razones de peso. Dos enfermedades (mancha foliar por Cercospora y marchitez por Fusarium TR4) presionan a los productores en todo el mundo, y la homogeneidad genética del cultivo aumenta la vulnerabilidad: aproximadamente 50% de la producción mundial es Cavendish, un cultivo «clon».

Para el mejoramiento, disponer de genomas anclados por cromosomas significa que ya no hay que buscar “a ciegas”. Guillaume Martin, autor principal, lo explica en términos muy concretos: “Podremos analizar las regiones del genoma donde están los rasgos deseados… [y] esto ahorra mucho tiempo”. En otras palabras, la secuenciación no es un fin, sino una herramienta: permite anotar genes automáticamente, comparar variantes y apuntar directo a las regiones candidatas de un rasgo sin desperdiciar temporadas.
El consorcio pone un listón alto: “Ahora tenemos un genoma de referencia para los nueve grupos genéticos principales que dieron origen a los plátanos cultivados”, señala Martin, destacando que el set completo guiará estrategias de breeding. En paralelo, CIRAD consiguió financiamiento para Bana+ (plan Ecophyto), “un proyecto mayor que usará estos recursos para su programa de mejoramiento en Guadalupe, para desarrollar variedades que combinen calidad de fruto, resistencia a enfermedades y altos rendimientos”, añade D’Hont.
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¿Por qué todo esto importa al consumidor y a la industria? Porque pasar de descripciones generales a planos cromosómicos acelera decisiones: seleccionar parentales con los alelos correctos, pintar (trazar) la ancestría de un cultivar (por ejemplo Cavendish) y reconstruir una receta genética similar pero con genes de resistencia “introgresados” donde hace falta. El propio artículo científico subraya que estas referencias son cruciales para mejorar los ensambles de cultivares triploides y para diseñar estrategias que aprovechen o esquiven reordenamientos que limitan la recombinación.
Queda camino, por supuesto. El segundo ancestro desconocido está parcialmente resuelto y nuevas muestras podrían afinar su identidad. Pero el salto de calidad ya ocurrió: de fragmentos dispersos a atlas cromosómicos que explican el origen de los plátanos y, sobre todo, acortan el tiempo entre una hipótesis genética y un campo con plantas más sanas y productivas. Para un cultivo global que alimenta a cientos de millones de personas y cuyo negocio depende de rentabilidad y resiliencia, eso es una diferencia tangible. Y ahora hay una hoja de ruta para recorrerla.