Bien lejos de los laboratorios y de la muy enrevesada terminología científica, los guajiros de Jarahueca se convierten en protagonistas de la ciencia de altos quilates: en sus campos comienza a recogerse en sacos la mejor evidencia de que el maíz híbrido transgénico, sembrado con una semilla made in Cuba, da mejores resultados que el plantado con granos de las variedades tradicionales.
La novedad comenzó a aplicarse aquí el pasado año, cuando los campesinos René Alemán y Reinel Tomé, de la Cooperativa de Créditos y Servicios Juan Darias, sembraron por primera vez en la provincia las simientes obtenidas en el capitalino Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB).
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“El maíz híbrido es aquel que tiene un alto potencial productivo, cuya descendencia no mantiene ese potencial y, por tanto, no se usa como semilla. Los rendimientos del maíz en el mundo han ido evolucionando. En Cuba ese cultivo se sustenta en variedades, pero no por el potencial híbrido, que puede superar en siete u ocho veces el rendimiento de una variedad tradicional. En el país históricamente se ha producido y sembrado muy poca semilla híbrida de maíz. El CIGB, con tecnología propia, aporta este híbrido transgénico, resistente a la principal plaga que afecta a esta planta, la Palomilla o Spodoptera frugiperda y además tolerante a un herbicida, que permite limpiarlo sin afectar al cultivo”, detalla el doctor en Ciencias Enrique Rosendo Pérez, director del CIGB espirituano.
Doctor en Ciencias Enrique Rosendo Pérez, director del CIGB espirituano. (Foto: Vicente Brito/ Escambray) Esta gramínea propia, para desarrollar en las condiciones de Cuba, constituye un cambio de concepción en la agricultura: el desarrollo de cultivos extensivos con mínimo laboreo. Ya se experimentó con su cultivo en la empresa La Cuba y Cubasoy, de Ciego de Ávila, donde se alcanzaron notables rendimientos en diferentes épocas del año.
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¿Qué distingue este proyecto con los guajiros de Jarahueca?
“En Jarahueca, que es un polo productivo, buscamos introducir esta tecnología de los cultivos transgénicos en productores individuales para fomentar una cultura. Este año se suman otros tres, más la Empresa de Flora y Fauna. Este proyecto con campesinos independientes se realiza solo en Sancti Spíritus, les aportamos la semilla y ellos asumen lo demás con sus recursos”.
El experimento inicial no satisfizo totalmente las expectativas, pues el rendimiento promedio en las 2 hectáreas plantadas solo alcanzó 3.8 toneladas por hectárea, cuando se esperaban unas 6, debido a que se sembró fuera de temporada, le afectaron otras plagas y hasta el viento de una tormenta local.
No obstante, el resultado motivó a otros campesinos para sumarse a la experiencia, que este año incluirá hasta la obtención de la simiente del maíz híbrido, lo cual implica un complejo laboreo y el otorgamiento de licencia ambiental a estos productores de avanzada.
¿En qué fase se encuentra este experimento práctico allí?
“Los cinco campesinos ya la están sembrando para utilizarla en abril en 300 hectáreas en esa propia cooperativa, como un primer paso para el extensionismo. El resto se empleará para fomentar otros polos productivos. La semilla de maíz híbrido transgénico solo se va a producir en Yaguajay. En Cuba se han importado pequeñas cantidades de semillas híbridas, pero con un precio superior a 150 dólares por hectárea, a pesar de que no son resistentes ni a la Palomilla ni al herbicida”, argumenta Enrique.
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Entre las ventajas del maíz híbrido transgénico se encuentran la reducción de la aplicación de químicos y del laboreo, la posibilidad de aumentar la densidad de siembra hasta 70 000 plantas por hectárea, de incrementar los niveles de rendimiento, el aprovechamiento del área y fomentar empleos.
Este proyecto con campesinos independientes se realiza solo en Sancti Spíritus. (Foto: Cortesía del CIGB) ¿Qué papel desempeña el CIGB en esa experiencia?
“Este proyecto propone un cambio de tecnología en la agricultura, hasta ahora la siembra de maíz se había sustentado en sistema varietal, aquí se está generando el potencial híbrido que cambia el paradigma de los rendimientos y nuestro centro actúa como un mediador para extender y generalizar esta tecnología”.
Pero la aplicación de resultados de la ciencia y la técnica propios de una agricultura desarrollada en Jarahueca abarca un poco más allá con la plantación además de soya transgénica, que el pasado año introdujo experimentalmente en sus campos uno de estos campesinos y alcanzó un rendimiento de 3.1 toneladas por hectárea.
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En el 2020 se pretenden ampliarla a unas 40 hectáreas en los cinco productores de referencia con esta leguminosa probadamente resistente a enfermedades fungosas y al glifosato, un herbicida que facilita su limpieza sin laboreo manual.
¿Cómo se ha establecido la comercialización de estos productos?
“Ambos cultivos transgénicos cuentan con un registro sanitario para su uso y comercialización como alimento animal, en el cual el país gasta hoy más de 500 millones de dólares para su importación. Pero, los humanos también lo pueden consumir sin prejuicios porque gran parte del maíz y la soya que Cuba compra actualmente en el exterior también provienen de la modificación genética.
“Todo esto abre la oportunidad para que Jarahueca se convierta en una plataforma de experimentación e introducción de nuevas variedades de soya y de maíz; en un espacio multiplicador de las semillas que se generen en el CIGB de estos dos cultivos. En el futuro queremos además que se cierre el ciclo porque esta zona es productora de carne de cerdo, con alta demanda de granos, y pretendemos que la misma CCS se autoabastezca del alimento animal. El quid de todo es la introducción y la extensión, además de la integración, la suma de varias instituciones de la provincia en este proyecto, que también va a fomentar la cultura del manejo de cultivos transgénicos y capacitar a los productores en esa tecnología”.