Después de varios años de estudio, experimentación y siembra comercial a pequeña escala, Cuba cultivará maíz y soya transgénica a gran escala en 2017 para disminuir su déficit alimentario, pero bajo estricto control científico y legal, anunció una fuente oficial.
Los primeros esfuerzos de los especialistas cubanos en el campo de la biotecnología vegetal estuvieron centrados en lograr el dominio de las técnicas de cultivo in vitro de células y tejidos de plantas.
Según precisó a Granma el Doctor en Ciencias Mario Pablo Estrada García, director de Investigaciones Agropecuarias del Centro de Ingeniería Genética de la Habana (CIGB), en 1996 especialistas de esa institución obtuvieron las primeras plantas transgénicas a nivel de laboratorio, lo cual abrió el camino a la manipulación de genes capaces de conferir determinadas propiedades referidas, por ejemplo, al incremento de la tolerancia a insectos y a enfermedades ocasionadas por hongos.
Tomando en cuenta la ejecución en el país desde la década de los ochenta del pasado siglo de estudios relacionados con la ingeniería genética de plantas, se estableció una legislación nacional que regula la investigación y el uso a escala comercial de los OGM, y en particular de las plantas transgénicas, cuyos postulados responden a los mismos principios del mencionado Protocolo de Cartagena, del que Cuba es signataria, indicó el científico.
Basada en la Ley No. 81 del Medio Ambiente y el Decreto Ley 190 de la Seguridad Biológica, la reglamentación vigente encarga al Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología de evaluar la seguridad alimentaria de estas, mientras la valoración de la seguridad ambiental es realizada por el Centro Nacional de Seguridad Biológica y el registro de semilla lo hace el Centro Nacional de Sanidad Vegetal.
Indicó el doctor Mario Pablo que en el 2004 el CIGB, de conjunto con el Instituto de Investigaciones Hortícolas Liliana Dimitrova y el Instituto de Investigaciones de Granos, desarrollaron un maíz transgénico denominado FR-Bt1, concebido para ser resistente a la plaga de la palomilla del maíz y tolerante a herbicidas.
Luego de recibir en el 2009 las correspondientes licencias de seguridad, comenzó a realizarse la primera prueba productiva de ese renglón en alrededor de 900 hectáreas pertenecientes a la Empresa Cubasoy, en la provincia de Ciego de Ávila, lográndose rendimientos aproximados de cuatro toneladas/ha, superiores en más del doble a los reportados con las variedades tradicionales sembradas en paralelo.
Sin embargo, puntualizó el director de Investigaciones Agropecuarias del CIGB, los resultados no se ajustaron a las expectativas y ello determinó la interrupción de las pruebas de campo con fines productivos.
«En la actualidad trabajamos en la obtención de nuevas líneas híbridas transgénicas de maíz, que en escala de pequeña parcela experimental, muestran rendimientos potenciales de nueve ton/ha, bien cerca de los niveles alcanzados por los países líderes mundiales en esta producción», resaltó.
«De culminar con éxito todas las pruebas requeridas por los órganos reguladores cubanos, para la primavera del venidero año 2017 podríamos empezar la introducción de las mismas en mayores extensiones de tierra, abriendo la posibilidad futura de sustituir las compras en el exterior de este cereal en el orden de los cientos de millones de dólares».
Otro proyecto de investigación implementado por el CIGB en colaboración con el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA), es la obtención de una soya transgénica resistente también a herbicidas, que en áreas experimentales de la empresa Cubasoy mostró un rendimiento de hasta 2,8 ton/ha, muy superior a los habituales alcanzados allí.
Para el doctor Mario Pablo Estrada el poder disponer de líneas transgénicas de maíz y soya en Cuba de forma segura y regulada, tendrá un impacto muy significativo en la economía nacional a corto y mediano plazos, pues junto a otras tecnologías de producción desarrolladas en el país, propiciará una disminución considerable de las importaciones de esos dos estratégicos rubros (en el 2014 rondaron casi 500 millones de dólares), contribuyendo, además, a la sostenibilidad alimentaria de la nación.