Este rasgo evolutivo es una adaptación útil para la planta, ya que le permite sobrevivir y germinar en suelos adecuados, pero no para nosotros, que necesitamos cultivos con espigas que retengan y no pierdan las semillas. Y el mecanismo que lo hace posible es un proceso puramente físico, animado por los ciclos diarios húmedo-seco, y no por algún tipo de consciencia en la planta.