El británico Richard Roberts, Premio Nobel de Medicina (1993), es uno de los mayores defensores de esta tecnología en el último tiempo y afirma que el uso de cultivos genéticamente modificados (GM) es absolutamente necesario, especialmente en los países en desarrollo.
El británico Richard Roberts, premio Nobel de Medicina en 1993 por su investigación en genética, es la cara visible de una campaña que desafía las convenciones impuestas por los ecologistas sobre el uso de los transgénicos en agricultura. Para él su utilización no sólo es segura, sino absolutamente necesaria.
«Hay 800 millones de personas hambrientas en el mundo, para ellos la comida es como medicina», sostiene con vehemencia frente a un auditorio de pares y jóvenes científicos, en el marco del encuentro de premios Nobel que se celebra anualmente en la localidad de Lindau, al sur de Alemania.
Roberts, que lidera la campaña lanzada en 2015 a favor de la «agricultura de precisión» y ya cuenta con el apoyo de 133 premios Nobel, habla sin medias tintas. Critica duramente a la organización ambiental Greenpeace, a la que acusa de liderar el lobby contra los organismos genéticamente modificados (OGMs) por considerar que lograron convertir esa causa en «la mejor operación de financiamiento que jamás tuvieron».
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También es crítico respecto a la visión del papa Francisco sobre el tema, resumida en la Encíclica Laudato elaborada en 2015. En este texto el papa reconoce que si bien en algunas regiones su utilización causó «un crecimiento económico que ayudó a resolver problemas», también hay dificultades «que no deben ser relativizadas».
En entrevista con DPA en el reciente Lindau Nobel Laureate Meetings, Roberts repasa algunos de los aspectos centrales de la campaña e insiste en la importancia del uso de transgénicos para los pequeños agricultores de los países en desarrollo.
—Aquí en Lindau usted fue muy crítico con la posición del papa Francisco respecto a los OGM.
—Lo que me han dicho no lo he escuchado directamente del Papa, él cree que la ciencia detrás de los OGMs está bien, es segura y que no es un problema. El está preocupado por la gente pobre, ya que le han dicho que (los OGMs) favorecen económicamente a las grandes compañías, que desplazan a los pequeños agricultores. Eso no es verdad, económicamente los pequeños agricultores son los que más se benefician (de los OGMs), no las grandes compañías. Se basa en lo que le dijeron amigos economistas de Argentina de que los pequeños agricultores están siendo expulsados por Monsanto debido a que el agronegocio está tomando el control de todo. Eso es verdad para Argentina, pero es previo a los OGMs y ocurre desde hace mucho tiempo. El problema surge a causa del lobby anti OGM, que empezó en Europa, mezcló el agronegocio de Monsanto con los OGMs y eso despertó mucha simpatía entre los europeos. La gente que más necesita los OGM son los países menos desarrollados. Europa y Estados Unidos no los necesitan, su uso es conveniente pero no necesitan ese método. Pero en los países en desarrollo sí. Este lobby anti OGMs ha sido lo suficientemente fuerte como para frenarlos en cualquier parte, no sólo en Europa, sino en otros países. Fueron hasta Zimbabue a hablar con (el ex presidente Robert) Mugabe y lo convencieron de que nunca debería usar OGMs. En Tailandia y atemorizaron a todos diciéndoles que era peligroso.
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—¿Usted apoya el rol apoya el rol de los OGMs en la agricultura?
—Sí, absoluta y totalmente. De eso se trata nuestra campaña. Tenemos 133 premios Nobel que dicen que los OGMs son seguros, son buenos y que deben ser utilizados.
—No es habitual escuchar este tipo de posturas.
—Es cierto. Y el motivo es porque los anti OGMs han recaudado una cantidad enorme de dinero y de esta manera han silenciado a los botánicos. Tienen dinero para publicidad y gente que realmente puede causarles problemas a los botánicos cuando hablan de su trabajo en defensa de los OGMs. Los anti-transgénicos dicen: «Ustedes están financiados por la industria, obtienen todo el apoyo y por lo tanto son parciales». Por eso comencé esta campaña, porque no tenemos ningún Nobel, excepto uno, que esté asociado al agronegocio. Por eso le pedí a él que no firmara la carta.
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—¿Por qué cree que el movimiento anti-transgénicos sigue peleando?
— Porque es la mejor operación de financiación que jamás tuvieron. El presupuesto anual de Greenpeace en Europa está estimado en 500 millones de euros. Antes de que hicieran saltar las alarmas por los OGMs su financiación era patética.
—¿Hay alguna evidencia científica de un incremento en enfermedades vinculado al uso de OGMs?
—No hay ningún rastro de evidencia creíble de problemas causados por los OGMs. Muchos causados por plantas convencionales, pero ninguno por los OGMs. En los últimos 30 años ha habido literalmente cientos de millones de animales alimentados (con cultivos GM), millones de personas que los han comido y ningún caso creíble donde haya habido un problema. Lo que le pedimos a Greenpeace y a los anti-transgénicos es que admitan que cometieron un error.
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—¿Cree que la producción agrícola volverá al camino tradicional?
— ¿Por qué querrían hacerlo? Es como decir que tienes un auto que viaja a 50 kilómetros por hora mientras que otro viaja a 5. ¿Cuál elegirías? No tiene sentido. Los cultivos tradicionales son muy imprecisos, tienes un montón de genes pero no sabes lo que hacen. Con el método GM tomas un gen, sabes lo que es, lo pones en una planta, sabes dónde ponerlo y pruebas el efecto.
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— ¿Está a favor de un mayor acceso a estos resultados por parte de pequeños agricultores?
— Sí. Las compañías no van a detenerlo. Cuando Monsanto comenzó, pensaba poner un gen «terminator» de manera que las semillas sean inviables. Tuvieron tantos problemas que dejaron de hacerlo. Así que nadie está dispuesto a poner un gen «terminator».