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Academia Nacional de Ciencias de EEUU: Los cultivos transgénicos son seguros

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La mayor revisión sobre el impacto de los organismos genéticamente modificados (OGMs) que ha hecho la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. acaba de concluir que estas plantas son indiferenciables del resto y que no hay ni una prueba de que tengan un impacto negativo en la salud de las personas. La Academia Nacional de Ciencias, Ingeniería y Medicina, principal organismo asesor del país en temas científicos, tampoco ha encontrado pruebas “concluyentes” de que este tipo de variantes agrícolas causen problemas medioambientales.

El informe, presentado ayer martes en rueda de prensa en Washington, es una exhaustiva revisión de estudios científicos publicados desde hace 30 años, cuando se comenzaron a usar maíz, soja y otros cultivos transgénicos, hasta ahora.

Aunque los transgénicos tienen un enorme potencial para desarrollar vegetales con un sinfín de características, por ahora solo han llegado al mercado variantes de maíz, soja, algodón y canola con dos principales características: resistencia a insectos plaga y tolerantes a herbicidas. El trabajo se ha centrado en el análisis de 900 estudios científicos sobre el impacto de este tipo de cultivos y ha sido supervisado por un panel de expertos independientes liderados por Fred Gould, entomólogo de la Universidad Estatal de Carolina del Norte. Estas son las principales conclusiones:

Efectos en la salud humana

El comité ha analizado todos los estudios disponibles sobre el tema y no ha encontrado “ninguna prueba” de que los transgénicos dañen la salud, según la nota emitida por la Academia. Los estudios con animales y de composición química, así como los estudios epidemiológicos de largo plazo no revelan ninguna diferencia para la salud entre el consumo de un transgénico y un vegetal convencional.

En cambio, sí hay evidencias de que los OGMs resistentes a plagas han supuesto un beneficio para la salud humana al reducir las intoxicaciones con el mal uso de pesticidas. El trabajo destaca también que hay variantes de transgénicos que pueden tener un impacto positivo abrumador en la salud global y cita el caso del arroz dorado, una variante modificada para contener altos niveles en beta carotenos y que sigue estancado a pesar de poder evitar millones de casos de ceguera y muertes infantiles por desnutrición en países en desarrollo.

Impacto en el medio ambiente

El uso de transgénicos no reduce la diversidad ni vegetal ni de insectos en los campos donde se plantan e incluso a veces la aumentan, dice el informe. El trabajo reconoce que los genes de los transgénicos podrían acaban invadiendo campos que no lo son, pero que esto no ha provocado ningún impacto en el medio ambiente. El estudio reconoce “la dificultad de determinar cambios a largo plazo a veces hacen difícil alcanzar conclusiones definitivas”.

Efectos en la agricultura

El informe arroja que la evidencia disponible indica que los transgénicos en general han tenido resultados económicos favorables para los productores que han adoptado estos cultivos, pero los resultados han variado en función de la abundancia de plagas, las prácticas agrícolas y la infraestructura agrícola. Además menciona que a pesar de que los cultivos transgénicos han proporcionado beneficios económicos a muchos agricultores a pequeña escala, las ganancias duraderas y generalizadas dependerán de estos agricultores que reciben apoyo institucional, como acceso al crédito, insumos asequibles, como los fertilizantes, servicios de extensión, y acceso a los mercados locales y globales rentables para sus cultivos.

También, la evidencia revisada muestra que en los lugares donde se plantaron cultivos resistentes a insectos pero sin seguir las estrategias de manejo de resistencia (que deben aplicarse en cualquier sistema agrícola, independiente del tipo de cultivo usado), evolucionaron niveles de resistencia preocupantes en algunos insectos plaga. Si los cultivos transgénicos se van a utilizar de forma sostenible, se necesitan regulaciones e incentivos para que más enfoques de gestión integrada de plagas sean económicamente viables. El comité también encontró que en muchos lugares algunas malas hierbas habían desarrollado resistencia al glifosato, el herbicida para el que fueron modificadas la mayoría de los cultivos GM tolerantes a herbicidas. La evolución de la resistencia en las malezas (un problema de la agricultura en general y que existe desde antes de los cultivos GM) podría retrasarse por el uso de enfoques de gestión integrado de malezas, según el informe, que también recomienda más investigaciones para determinar mejores enfoques para gestión de resistencia de malezas.

Los cultivos transgénicos resistentes a insectos han reducido la pérdida de cultivos causada por las plagas. Sin embargo, el Comité examinó los datos sobre las tasas globales de incremento de los rendimientos de soja, algodón y maíz en los EE.UU. para las décadas anteriores a la introducción de los cultivos transgénicos y después de su introducción, y no había evidencia de que los cultivos transgénicos habían cambiado la tasa de aumento en los rendimientos – no hay un aumento de rendimiento per se, sino un aumento indirecto debido a la reducción de pérdidas por plagas y mejor control de malezas. Sin embargo, las nuevas tecnologías de ingeniería genética acelerarán la tasa de aumento directo en el rendimiento (un ejemplo es el desarrollo de “arroz C4” del IRRI).

La regulación debería centrarse en la novedad, no en el método de mejoramiento

El informe recomienda que las regulaciones de nuevos tipos de cultivo se hagan en base a las características del producto (mayor contenido en vitaminas, por ejemplo) y no en el proceso por el que han sido desarrollados (modificación con ingeniería genética versus selección de variantes convencionales). Según el informe, la línea divisoria entre un transgénico y lo que no lo es se está difuminando con la llegada de las nuevas técnicas de edición genética, como el CRISPR/Cas9. Una variante agrícola desarrollada por este método no sería considerada como transgénica por la legislación de muchos países, señala el informe. Además, las mismas características que pueden lograrse por ese método se pueden conseguir también bombardeando con radiación las semillas y después seleccionando las plantas más adecuadas, un proceso que está considerado como desarrollo “convencional” en la mayoría de países, señala el trabajo.

Además, el informe señala que las autoridades reguladoras deben ser proactivas en la comunicación al público acerca de cómo las tecnologías emergentes de ingeniería genética o sus productos pueden ser regulados y cómo los nuevos métodos de regulación pueden ser utilizados.

A la luz de la evidencia científica, el trabajo desaconseja marcar en la etiqueta de los productos que contienen transgénicos como supuesta salvaguarda de la salud pública. No obstante, reconoce que en este caso, como en otros relativos a los OGMs, no solo depende de cuestiones técnicas, sino también legales y sociales.

El estudio fue patrocinado por el Fondo Burroughs Wellcome, la Fundación Gordon y Betty Moore, el Fondo New Venture, y el Departamento de Agricultura de EE.UU., con el apoyo adicional de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU.

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