El rápido desarrollo del campo de los biocombustibles a partir de materiales celulósicos, energía renovable producida a partir de plantas y árboles, está siendo significativamente obstaculizado por complejas regulaciones que hacen casi imposible el uso de la ingeniería genética.
En un nuevo estudio publicado en la revista BioScience, los científicos sostienen que en EE.UU. se necesitan grandes reformas y quizás nuevas leyes para permitir que la bioenergía celulósica pueda alcanzar su verdadero potencial como una forma de energía renovable.
«Es extraordinario que la tecnología de modificación genética, que se ha adaptado con mayor rapidez que cualquier otra tecnología en la historia de la agricultura, además de presentar notables beneficios ambientales y económicos, ha sido sobre-regulada olvidándose de los beneficios de los biocombustibles», dijo Steve Strauss, distinguido profesor de biotecnología forestal en la Oregon State University, y autor principal del artículo.
En el informe, los autores indican que las especies de plantas exóticas suponen un grave riesgo de propagación y de impacto para los ecosistemas, sin embargo se enfrentan a regulaciones menos estrictas que los cultivos genéticamente modificados, los cuales han sido cuidadosamente diseñados para resolver problemas y no causarlos. Una planta genéticamente modificada en la que uno o unos pocos genes han sido cambiados es tratada como si tuviese mayor riesgo que una especie invasora que tiene miles de nuevos genes, y que a menudo presentan varios nuevos rasgos de adaptación, dijeron.
El entorno actual plantea enormes dificultades legales que pueden y han costado a algunas empresas millones de dólares en demandas civiles, a veces por “daños” relacionados más a percepción y cuestiones de mercado, que a la seguridad o impacto ambiental. “Aunque nuestras investigaciones están dirigidas para reducir los impactos ambientales debemos enfrentar serias barreras reglamentarias”, dijo Strauss.
Los científicos dicen que el resultado final de un proyecto de modificación genética – el rasgo producido, y si este es o no seguro y beneficioso – debe ser la principal consideración para la regulación, no el proceso utilizado para su producción. Deben identificarse los proyectos de bajo riesgo y altos beneficios y permitirles seguir adelante con una regulación mucho menos estricta, argumentan.
También se hicieron varias sugerencias para modificar el sistema regulatorio con el fin de hacerlo menos lento, costoso e incierto. “Es esencial que creemos un sistema regulatorio inteligente que no penalice indiscriminadamente el proceso de modificación genética y obstruya las investigaciones”, dijo Strauss. “El sistema actual, que incorpora todo dentro de una misma categoría, trata el proceso de modificación genética como inherentemente peligroso, a pesar de que muchos paneles científicos de alto nivel han concluido que el proceso es al menos tan seguro como los métodos convencionales de mejoramiento vegetal”.
En algunos casos, las estrictas normas hacen prácticamente imposible que se puedan realizar investigaciones que se necesitan para comprender adecuadamente los temas de valor y seguridad, dijeron los investigadores. “Los reglamentos actuales han sido impuestos por acciones legales que suponen que todas los vegetales genéticamente modificados son o serán plagas o malezas hasta que pruebas científicas y la documentación asociada prueben lo contrario”, escribieron los científicos en su informe.
Para solucionar estos problemas se requieren nuevas formas de pensar y de un fuerte liderazgo científico y político. De esta forma se podrá crear un sistema regulatorio que permita el uso de la modificación genética como una herramienta para acelerar y diversificar el mejoramiento vegetal de los cultivos relacionados con biocombustibles, concluyeron los investigadores.
Tomado y adaptado de: Physorg.com (http://www.physorg.com/news205157589.html)