Existen algunos grupos que pretenden transmitir que los alimentos derivados de cultivos biotecnológicos, popularmente conocidos como transgénicos, son un riesgo para la salud humana.
Sin embargo, ¿qué hay de cierto en eso? Para contestar a esta pregunta hay que partir de algunos supuestos. En primer lugar, debe tenerse en cuenta que el riesgo cero no existe, y menos en alimentación, ya que la población humana no es homogénea. Por ejemplo el gluten de trigo es un peligro para los celíacos pero no para el resto de la población. En segundo lugar, no es posible generalizar y hablar de que todos los alimentos derivados de cultivos transgénicos son buenos o todos son malos, ya que existen centenares de ellos disponibles comercialmente (todos con modificaciones distintas) y, en tercer y último lugar, la mayor parte de lo que se consume no es el producto cosechado en sí, sino más bien sus subproductos (azúcar, aceites de canola y soya, lecitina de soya, jarabe de maíz, etc.), los cuales no contienen genes ni proteínas. Es decir, la mayoría de los productos elaborados que se encuentran en los supermercados que contienen ingredientes derivados de cultivos transgénicos no presentan ninguna diferencia (ni siquiera molecular) con aquellos productos elaborados con ingredientes derivados de cultivos tradicionales. El resumen de lo expuesto es claro: hay que evaluar cada alimento transgénico por sí solo, riesgo por riesgo.
Desde hace años, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) han trabajado sobre este tema concediendo prioridad a la elaboración de los principios científicos de evaluación. El concepto más importante es el de equivalencia sustancial, que otorga dicha categoría a aquellos alimentos transgénicos cuya composición nutricional y características organolépticas son iguales al convencional del que proviene, con la única excepción del nuevo carácter introducido por ingeniería genética.
Los alimentos transgénicos que han obtenido el permiso de comercialización han sido evaluados en base a tres criterios: contenido nutricional o equivalencia sustancial, alergenicidad y toxicidad. Sin duda, son los alimentos más evaluados en toda la historia de la Tecnología de Alimentos. Todos los análisis indican que no hay datos científicos que indiquen que los alimentos transgénicos representen un riesgo para la salud del consumidor superior al que implica la ingestión del alimento convencional. Además, y al contrario de lo que transmiten algunos grupos que se oponen a la tecnología, existen más de 560 estudios científicos que avalan la inocuidad y seguridad de éste tipo de alimentos, y más de 40 declaraciones oficiales de academias científicas.
Aún así, se habla de riesgos y se hace referencia a aumentos de casos de alergia, peligro de aparición de resistencias a antibióticos, generación de cánceres o retardos en el desarrollo inmunitario. Habitualmente se confunde los resultados de evaluaciones con productos en desarrollo con productos disponibles comercialmente. Por ejemplo, es cierto que se produjo un caso en el que se comprobó la existencia de un problema de alergenicidad con una soja transgénica. Se trataba de una soja transgénica con un gen proveniente de una nuez brasileña que resultaba perjudicial para los alérgicos a dicho fruto. Lo que nunca se menciona es que esa soja estaba en etapa de desarrollo y nunca fue comercializada en ninguna parte del mundo.
Con el resto de alimentos derivados de cultivos transgénicos ensayados hasta la fecha no se han detectado problemas, se cuenta con 17 años de empleo seguro en todo el mundo, y la evidencia científica es contundente a favor de éstos.
Las agencias regulatorias de todo el mundo han evaluado la seguridad alimentaria, la nutrición, la salud, y la protección del medio ambiente antes de permitir la comercialización de los cultivos transgénicos.
Los alimentos derivados de cultivos transgénicos son al día de hoy los alimentos más evaluados y los únicos, dentro del ámbito de la alimentación, en el que la salida al mercado se condiciona a una autorización sanitaria previa, análoga a la que se lleva a cabo con los medicamentos. Tras 17 años de cultivos continuados no se ha demostrado efecto negativo alguno sobre la salud humana como resultado del consumo de algún alimento transgénico disponible comercialmente.
Según explica la Organización Mundial de la Salud (OMS), “los organismos modificados genéticamente han sido evaluados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), así como por OMS sin que se hayan encontrado efectos alérgicos en relación con los alimentos GM que se encuentran actualmente en el mercado”.