El primer concurso de «Mejoramiento Genético en frutales: Desarrollo de herramientas biotecnológicas basadas en genómica», organizado por el programa Fondef de CONICYT, entregará financiamiento a dos proyectos liderados por el Instituto de Investigación Agropecuaria (INIA), una entidad con amplia experiencia en mejoramiento genético frutícola y que, además, cuenta con capacidades humanas y de infraestructura únicas en el país.
Según Gonzalo Herrera, Director Ejecutivo del Programa Fondef de CONICYT, “se consideró estratégico profundizar esta línea que apunta a la necesidad del país de desarrollar variedades nuevas y propias en frutales de exportación, que consolidan un camino destinado a agregar valor a nuestras exportaciones”.
Los dos proyectos ganadores son: «Desarrollo y aplicación de herramientas de genómica e ingeniería genética para potenciar el fitomejoramiento de vides de mesa», que recibirá $945 millones y «Desarrollo y aplicación de técnicas de ingeniería genética para potenciar el fitomejoramiento del cerezo (Prunus Avium)», que obtuvo poco más de $600 millones. Para ambos proyectos, el financiamiento se extiende por seis años. Las dos iniciativas son lideradas por el INIA y cuentan con la colaboración de la Universidad Nacional Andrés Bello y el consorcio BioFrutales S.A.
Uvas:
Chile ya ha invertido $4 millones de dólares (más de $2 mil millones de pesos) en el mejoramiento genético de las vides, a través de concursos anteriores de Fondef y los aportes de la empresa privada. En el INIA – La Platina se ha obtenido un número significativo de cultivares de Vitis genéticamente modificados, utilizando diferentes estrategias de transferencia de genes para tolerancia a enfermedades fungosas, resistencia a virus y tolerancia a sales. Sin embargo, aún se requiere más investigación para, efectivamente, desarrollar una nueva generación de cultivares que satisfagan los requerimientos tanto de productores como de consumidores. Ésta incluye el desarrollo de nuevos vectores (un agente que transfiere información genética) y nuevos genes que permitan regular los principales requerimientos de los productores.
Los objetivos de este proyecto, justamente, van en esa línea. Primero, busca caracterizar el contenido genético (genotipo) y relacionarlo con el aspecto, el sabor y la calidad de la uva (fenotipo). Para ello, se utilizan ciertas variedades-padre de la uva y se privilegiarán aquéllas que tienen rasgos de interés comercial: firmeza y tamaño de baya, estructura de racimo, caracteres organolépticos -buen olor, aroma, color parejo, etc.- y período de cosecha. Además, intenta encontrar los genes que cumplen estas funciones clave para poder controlar ese rasgo.
Esta iniciativa desea consolidarse comercialmente gracias a las tecnologías y la propiedad intelectual que se desarrolle. «De lo que se trata ahora es exhibir los productos e incorporarlos a un sistema agrícola productivo. Además, que nuestra tecnología salga a la luz pública de la comunidad científica internacional de forma que nos transformemos en un sistema de negocios: no sólo desarrollar una planta, sino que también posicionarla», explica el Doctor en bioquímica, Humberto Prieto, Director del proyecto.
Cerezos
El segundo proyecto denominado «Desarrollo y aplicación de técnicas de ingeniería genética para potenciar el fitomejoramiento del cerezo (Prunus Avium)» busca desarrollar un núcleo de administración de las diversas tecnologías desarrolladas para su comercialización y protección de propiedad intelectual.
En la industria del cerezo, Chile es el actor más relevante del hemisferio sur. Este proyecto pretende disminuir la dependencia de variedades de esta fruta generadas en el extranjero para contribuir a la competitividad global y contar con el beneficio de tener nuevas variedades nacionales protegidas por derechos de propiedad intelectual.
Además, esta iniciativa busca solucionar problemas productivos locales. Por ejemplo, ampliar el período de cosecha generando variedades de maduración muy temprana y muy tardía. Actualmente, el cerezo se cultiva desde Rancagua al sur porque requiere gran cantidad de horas frío. El objetivo es poder cultivarlo al norte de la latitud 33º, es decir, al norte de la Región de Valparaíso, así la cosecha se podrá realizar con antelación. Por último, también se busca disponer de variedades con una excelente poscosecha: debido a la lejanía de Chile, la fruta debe durar entre 35 y 45 días para llegar por barco a los mayores -y cada vez más exigentes- mercados internacionales (actualmente la mayoría de los traslados del cerezo se realiza por avión).
Este proyecto también se diseñó de manera de reducir al mínimo el tiempo entre el cruzamiento de los progenitores y el lanzamiento comercial de las nuevas variedades. Y los objetivos suman y siguen: desarrollar cerezos resistentes a la partidura de la piel para evitar las pérdidas por lluvias durante la cosecha, también se busca obtener cultivares de floración tardía para evitar los riesgos de las heladas de primavera y de gran tamaño (<10 g) y productividad. "No es común que este tipo de iniciativas, además, sean financiados por la empresa privada, como el Consorcio BioFrutales que aportará $186 millones, junto con otras instituciones. Más aún, contamos con la participación de la Pacific Agri-Food Research Centre de Summerland, de Canadá, que posee uno de los programas de mejoramiento genético más exitosos del mundo", comenta el Dr. Carlos Muñoz, Director del Proyecto e Ingeniero Agrónomo del INIA. El Dr. Muñoz, con vasta trayectoria en el ámbito de la biotecnología y el mejoramiento genético frutícola, concluye: "Nuestra meta es clara, colocar en el mercado global, en un plazo de 20 años contados desde el inicio del Programa, por lo menos tres nuevas variedades de cerezos". Fuente: Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica, CONICYT (http://www.conicyt.cl/573/article-37093.html)