En promedio, el uso de cultivos transgénicos ha llevado a un uso de pesticidas un 37 % menor, un aumento del 22 % en el rendimiento de los cultivos y a incrementar 68 % las ganancias de los agricultores, con mayor énfasis en los países en desarrollo. Además, tras 25 años de uso comercial, no ha habido problemas de salud humana reportados, y ha permitido enormes beneficios ambientales al evitar el aumento de la frontera agrícola y reduciendo la emisión de carbono.
ChileBio / 26 de diciembre, 2022.- Una importante revisión de más de 800 investigaciones científicas referentes a los cultivos genéticamente modificados (GM o transgénicos) confirmó que después de 25 años no ha habido problemas de salud humana por el consumo de cultivos transgénicos, y la tecnología está brindando importantes beneficios ambientales y económicos a los agricultores de todo el mundo.
John Caradus, director ejecutivo de Grasslanz, subsidiaria de AgResearch, publicó recientemente su artículo de revisión científica en el New Zealand Journal of Agricultural Research. Para ello, revisó más de 800 estudios realizados en las últimas dos décadas sobre el impacto de la tecnología GM en la salud, el medio ambiente, la producción económica y los resultados sociales.
El documento, “Consecuencias intencionadas y no intencionadas de los cultivos GM”, concluyó que la tecnología es una opción valiosa para generar resultados ambientales y económicos positivos con alcances que pueden y han sido bien monitoreados, cuantificados y mitigados.
Al desglosar la salud humana/animal, el medio ambiente, los impactos económicos y sociales de la tecnología, los estudios han generado una gran cantidad de datos y conclusiones reunidos bajo el trabajo de Caradus, que en general demostraron ser positivos en sus conclusiones sobre el valor de la tecnología.
Se estima que, en 2018, había cerca de 192 millones de hectáreas de cultivos transgénicos en todo el mundo, que constaban de 32 especies de cultivos diferentes con más de 2000 alimentos transgénicos aprobados en 43 países, incluida Nueva Zelanda.
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Los estudios económicos mostraron que entre 1998 y 2018 la tecnología ha devuelto US$225 mil millones a 17 millones de agricultores, de los cuales el 95% se encuentran en países en desarrollo. En promedio, los rendimientos de los cultivos se han incrementado en un 34 % en algodón, un 12 % en maíz y un 5 % en soja.
Solo en 2018, un estudio calculó que el beneficio en el campo fue de US$19 mil millones, un 5,8 % adicional agregado al valor global de los cultivos de soja, maíz, canola y algodón.
La mayor parte (75 %) de las ganancias provino de mejoras en la producción de cultivos transgénicos y el 25 % de ahorros de costos a través de menos labranza y disminución en el uso de pesticidas/herbicidas.
En general, la revisión muestra que los beneficios ambientales de la tecnología han demostrado ser sólidos. Los cultivos transgénicos generaron un impacto ambiental un 23 % menor que los convencionales, y se aplicaron 620 millones de kg menos de fumigaciones de cultivos entre 1995 y 2015.
En tanto a nivel social el aumento de los rendimientos de los cultivos transgénicos del 24 % contribuyó a un aumento del 50 % en las ganancias de los pequeños agricultores y evitó que muchos cayeran por debajo del umbral de la pobreza.
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Caradus abordó también algunos estudios de antigua data que hablaban de eventuales riesgos de toxicidad de los cultivos transgénicos en la salud humana y animal y que habitualmente son citados en la argumentación de quienes se oponen a esta herramienta biotecnológica. “Se ha demostrado que algunos estudios anteriores que indicaban tales riesgos no son válidos, con base en una ciencia deficiente y un mal diseño del estudio. Ninguno de los trabajos que he revisado encontró evidencia de que la salud humana o animal se viera comprometida por el consumo de alimentos transgénicos. Pero desafortunadamente, esos estudios anteriores se han arraigado desde entonces en algunas opiniones al respecto”, afirmó el experto.
ADAPTACIÓN: LA DEUDA CHILENA
No obstante, en Chile sólo se producen semillas transgénicas con fines de investigación y de exportación en contra estación para cubrir las necesidades del hemisferio norte. El doctor en Ciencias Biológicas y director ejecutivo de ChileBio, Miguel Ángel Sánchez, explica esta paradoja: “A diferencia de países como Argentina, que ya goza de un trigo tolerante a la sequía: o Brasil, donde la empresa estatal Embrapa desarrolló un poroto transgénico para combatir una enfermedad viral y que tiene como objetivo beneficiar a miles de pequeños agricultores; en Chile no es prioridad en absoluto para las autoridades”, afirma Sánchez.
El dirigente puntualiza lo inconsistente de la situación. Al mismo tiempo que el actual ministro de Agricultura, Esteban Valenzuela, define como gran prioridad de su cartera la seguridad alimentaria, aclara que el actual gobierno no tiene como prioridad el mejoramiento genético vegetal, tampoco el uso de la biotecnología para optimizar estos procesos y menos la transgenia, cruciales para fortalecer la seguridad alimentaria según Sánchez. “Las autoridades actuales están en un grave error, pues hoy lo que se necesita es la coexistencia de todas las tecnologías y enfoques de manejo agrícola que puedan aportar de forma sostenible a la agricultura y producción de alimentos”. A juicio de Sánchez, uno de los ejes claves de las políticas públicas agrícolas debería ser la adaptación de las plantas y cultivos a los desafíos que hoy plantea el cambio climático. “Y la biotecnología ha demostrado, como indican las conclusiones de esta enorme revisión de estudios científicos, ser muy eficaz, segura y precisa en su aporte a esa adaptación para la seguridad alimentaria en el mundo”, concluye el director ejecutivo de ChileBio. En todo caso, hay otras herramientas biotecnológicas, como las distintas técnicas de edición de genes, que sí son valoradas como positivas y cuentan con un enfoque regulatorio favorable en el país, no obstante, tampoco son nombradas ni priorizadas a la hora de analizarse planes para enfrentar la crisis climática y una eventual crisis alimentaria, explicó Sánchez.