Durante los últimos años, los agricultores y gremios agrícolas de Bolivia han solicitado con urgencia a su gobierno aprobar nuevos cultivos transgénicos para enfrentar plagas, malezas y sequía en maíz, algodón y caña de azúcar; además de aprobar nuevas variedades en soya, ya que vienen sembrando el mismo evento comercial para tolerancia a herbicidas desde que se aprobó la soya transgénica en 2008 en el país. Ahora, entre ambientalistas opositores, piden específicamente aprobar el nuevo evento HB4 en soya desarrollado en Argentina para tolerencia a sequía.
Los campesinos, pequeños productores de granos, cuyo conglomerado social aglutina al 80% del total de los agricultores del país, hacen un giro de 180 grados. Están hartos de seguir escuchando la demagogia discursiva del cuidado de la madre tierra y la defensa del medio ambiente. Lo que quieren es producir más y generar ganancias y divisas para el país de manera sustentable en base a semillas transgénicas productivas. En el caso de la producción de soya, piden la introducción plena del nuevo evento HB4, cuya semilla es tolerante a la sequía y fue desarrollada por un consorcio público-privado argentino.
Su apuesta apunta a que el gobierno, vía el Comité de Bioseguridad, autorice nuevos eventos biotecnológicos para optimizar su ritmo productivo al igual o mejor que los medianos y grandes productores agrícolas, que hace años, en el caso de la soya, están encarrilados en lo transgénico.
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«Es que los pequeños productores no podemos seguir sembrando para perder. Durante los últimos tres años, estamos mal con la soya. Lo que todos buscamos, al igual que los grandes productores, es tener resultados favorables y para ello necesitamos herramientas y nuevas opciones, por eso pedimos que implemente la biotecnología, con semillas tolerantes contra la sequía», señal Isidoro Barrientos, Presidente de la Cámara de Pequeños Productores del Oriente (Cappo).
En la voz de los agricultores. «Para producir con ‘semillas genéticamente mejoradas’, los argumentos bastan y sobran», dice Corsino Durán, productor de soya, sorgo, maíz y sorgo del municipio de Santa Rosa del Sara, del norte cruceño, al hacer referencia que, definitivamente, la producción con semilla transgénica reduce los costos de producción y el uso de agroquímicos.
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«Es que no nos conviene producir con semilla tradicional, porque los costos son muy altos. Nosotros como pequeños productores, no tenemos por qué seguir postergados, cuando los grandes lo hacen. Al igual que ellos, todos queremos crecer y ganar», enfatiza.
En la misma línea y en respuesta a los defensores ecologistas, Dionicio Reynales, agricultor de Rincón de Palometas (municipio de Portachuelo) señala que ellos solo hacen demagogia al utilizar la mentira y el miedo como instrumento para evitar que los productores pequeños cambien su matriz productiva.
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«Ellos solo hablan en teoría, otra cosa es el terreno, donde solo nosotros sabemos qué implica producir, cuánto gasto del bolsillo significa hacer. Es que vivimos a diario qué es surcar la tierra, fertilizar, sufrir las inclemencias del tiempo y experimentar pérdidas», precisó.
En tanto, Barrientos desnuda una realidad inocultable: pese a que en Bolivia está prohibido el uso de semillas genéticamente modificadas (excepto en soya); en el caso del maíz, el 35% es transgénico.
Además menciona que es una paradoja seguir sosteniendo que se debe producir con semilla tradicional, dado que el ciclo de producción es largo, implica esperar al menos entre 140 a 160 días. Asimismo en ese periodo de tiempo la parcela se hace más vulnerable a las plagas, el brote de malezas y la sequía.
«Entonces, los defensores ambientalistas, que gran parte ellos son mis amigos, lo único que hacen es oponerse, pero no ofrecen soluciones para una mejor producción. Como tampoco hay opciones por ese lado, es que tenemos que buscar otras alternativas y esa es la biotecnología que no solo es lo transgénico sino una variedad de opciones», explicó Barrientos.
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Realidad actual. Según la voz de los pequeños productores tanto de soya, maíz, trigo, arroz y caña de azúcar, la producción transgénica en el país solo se ha reducido en los últimos años a la soya y en la semilla tolerante al glifosato.
La producción transgénica hoy alcanza casi al 100% en soya; en el caso del maíz corresponde un 35%, el reto del 65% tampoco es con semilla tradicional sino con híbridos importados y en gran parte introducidos vía contrabando.
En ese contexto, admiten que los rendimientos productivos, con relación a otros países, no fueron significativos hasta el momento, debido a la falta de una mayor investigación y un empoderamiento como país y Estado de las diversas alternativas que ofrece la biotecnología.
Teófilo Padilla, producción de la propiedad Monterrey del municipio de San Pedro, describe que la única alternativa para competir y salvar los altos costos que implica producir con semilla «convencional», es con la biotecnología, por lo que pide un mayor apoyo científico y asesoramiento desde el Estado y las universidades, no solo en la soya, sino en otros como el maíz, algodón, la caña de azúcar y trigo.
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«Yo apenas siembro 50 hectáreas, pero es difícil sostener una siembra convencional, debido a que los costos son altos, donde es difícil controlar las malezas y las plagas. Entonces, ahí es donde pedimos al gobierno su apoyo y asesoramiento de las universidades y los institutos de investigación», apunta.
La Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo), en su balance 2018, refiere que la producción de granos de soya, maíz, trigo, girasol y sorgo, considerado por ese sector como «alimentos estratégicos para garantizar la seguridad y soberanía alimentaria del país», informó que la producción total de estos granos ha sido de 4.495.000 toneladas que significan un incremento de 4% con relación a la gestión 2017, pero que representan una disminución de 10% respecto a la producción de granos que se obtuvo en el año 2014.
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En ese ámbito, la producción total de granos en 2018, representó un movimiento económico de al menos $us 1.160 millones que fueron distribuidos en toda la cadena productiva de alimentos, representando un incremento de 13% con relación a 2017.
Richard Paz, presidente de Anapo conjuntamente con Bioceres de Argentina, hicieron oficial en los últimos días el pedido ante el Comité Nacional de Bioseguridad, el pedido de aprobación del evento biotecnológico HB4, tolerante a la sequía. «El primer evento resistente al glifosato fue el 2004, desde entonces venimos incrementando producción. Ahora lo que pedimos permitir el pleno acceso a la biotecnología moderna con el uso de semillas genéticamente mejoras, más aún cuando la sequía, este año ya nos viene afectando a 150 mil hectáreas», finalizó.
Normativas a ser revisadas en favor de la biotecnología
Antecedentes. Según los productores pequeños, lo que el Comité de Bioseguridad, conformado por diferentes instancias ministeriales de gobierno, debe destrabar es que dice la Constitución Política del Estado (Arts. 16 y 225), leyes como el Nº 300, Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien (Art.24); la No 144, Ley de la Revolución Productiva Comunitaria Agropecuaria (Art.15), entre otros.
Susceptibles. La simple mención de ‘transgénicos’ es motivo de polémica y de molestia en el sector granelero como es Anapo. «No sé de qué se trata la Ley de Madre Tierra y de paso no sé qué ley es eso.
Hablemos de productividad», señala Richard Paz, presidente de Anapo. Además, menciona que dicha palabra, ha sido distorsionada en el último tiempo.
Pese a la crítica oposición de los defensores ambientalistas, Paz manifestó esperanzado que el Comité de Bioseguridad, al final viabilizará la biotecnología como única opción para una producción mayor y competitividad a la vez.
‘La única opción es abrir plenamente la biotecnología’
Columna de opinión de Gary Rodríguez, Economista y Gerente General del IBCE
En primer lugar la Constitución Política del Estado abre la posibilidad de la utilización de eventos biotecnológicos. Y la prueba es la vigencia del evento biotecnológico de la soya RR, resistente al glifosato, cuyo herbicida de etiqueta verde es de amplio expectro que no ha matado a nadie. El artículo 409 de la CPE dice que el uso de las semillas genéticamente modificadas se va regular por Ley. Sin embargo, el artículo 255 de la misma Constitución dice que queda prohibida la comercialización, uso, importación de material genéticamente modificado cuando resulte dañino especialmente para la salud.
Pero al menos, 141 premios Nobel, especialistas en medicina, en física, química y medio ambiente, han puesto su firma vía una carta pública dirigida a las Naciones Unidas, diciendo que ellos avalan el uso de la biotecnología, como respetuosa del medio ambiente, como de utilidad principalmente para los pequeños productores, además dan cuenta de su inocuidad: por lo tanto no es dañino para la salud.
En ese ámbito lo que corresponde es que el Comité de Nacional de Bioseguridad, se reúnan, evalúen el pedido hecho, por ejemplo de Anapo, viabilicen de manera abierta la biotecnología en todo los ámbitos, como en el caso de la homologación de la experiencia que hay de otros país, como en el caso del maíz que ya está presente de manera ilegal en el país. Lo que se quiere es que se regule ese producto transgénico que ya está presente en nuestro medio.
Lamentablemente en esto se demoró un mundo todos estos años. Los mismos opositores, por gente ligada a organizaciones ambientalista, han logrado entorpecer avances en este tema. Esperamos que esto cambie, así producir más para generar mejores ingresos a los productores y divisas para el país. Lamentablemente, la oposición a la biotecnología, se reduce en medias verdades, con una vida cómoda, con una inconsistencia tal que fetichizan la naturaleza porque de eso viven. Está demostrado que ellos no tienen respaldo científico».