El pino, de la familia de las coníferas, tiene un alto valor, no sólo medioambiental, sino también económico en la industria maderera y por las aplicaciones que puede tener su resina en industrias como la farmacéutica o cosmética.
Las coníferas han captado la atención de un grupo de investigadores de la Universidad de Málaga (UMA) en España, concretamente, del grupo de Biología Molecular y Biotecnología de Plantas ‘BIO-114’. Y es que, esta especie que lleva en el planeta cerca de 300 millones de años, presenta unas características biológicas muy peculiares, pues algunas especies son capaces de vivir hasta 5.000 años. Además, desde el punto de vista de su ADN, las coníferas presentan genomas de varias veces el tamaño del genoma de los humanos (lo que se conoce como megagenomas), haciendo que su estudio, tanto a nivel estructural como funcional, sea un auténtico reto.
Pues bien, ahora y gracias a estos científicos de la UMA, en colaboración con el Instituto de Bioinformática de la Universidad de Gante (Bélgica) en el marco del proyecto europeo ProCoGen, ya se cuenta con el primer mapa de expresión de los genes en los diferentes tejidos de la planta. Los resultados de la investigación ya han sido publicados en la prestigiosa revista The Plant Journal.
¿Para qué sirve este atlas de expresión a nivel molecular? Para avanzar en el cultivo forestal, pues a partir de esta investigación es posible seleccionar los mejores ejemplares, de modo que crezcan más rápidamente y, además, con una madera de mayor calidad. Los pinos transgénicos podrían contar con características mejoradas en cuanto a mayor producción de biomasa y metabolitos (sustancia producida durante el metabolismo secundario). A ello se suman también los cultivos forestales orientados a ser fuente de materiales renovables para la producción de biocombustibles, papel y de productos químicos biodegradables.
El proyecto desarrollado en la universidad malagueña con pino marino (Pinus pinaster) permite averiguar cómo se comporta cada gen, hasta el punto de saber en qué tejidos o en qué células actúa. La utilidad de contar con esta base de datos de comportamientos de genes se concreta en que ya es posible relacionar diferentes funciones biológicas con genes concretos o grupos de estos. Eso es, precisamente, lo que posibilita conocer mejor las rutas metabólicas y de regulación y, a partir de ahí, mejorar el cultivo forestal.
El proceso seguido para aislar los tejidos y poder realizar este atlas no ha sido sencillo y ha requerido de una técnica de última generación: la microdisección láser. Con esta técnica y los datos de secuenciación de las muestras suministrados por el Servicio de Ultrasecuenciación situado en el Edificio de Bioinnovación de la UMA, se ha construido una base de datos pública, a disposición de toda la comunidad científica.