La semilla llegó a la zona en el siglo XIX y ahora un grupo liderado por la importadora Bee Coffee Shop pretende lanzar el primer producto de origen local.
Latinoamérica es el principal productor de café en el mundo, con 92 millones de sacos al año, superando a continentes como África y Asia. Entre los países de la región, Colombia, Honduras y Brasil concentran el 82% de ese total y en este último, la industria tiene casi 300 años de antigüedad.
Ahora, un nuevo país podría entrar al mercado global: Chile. Y más específicamente, Isla de Pascua.
El café llegó a la isla en el siglo XIX -aunque no se sabe con certeza, lo habrían traído los holandeses- y las plantaciones han sobrevivido desde entonces por la lluvia y temperatura de la zona, aunque están abandonadas y repartidas a lo largo del territorio.
En ese contexto, un equipo liderado por la importadora Bee Coffee Shop, la Asociación Latinoamericana de Café (Latam SCA) y la aceleradora de negocios agropecuarios AgroWine Lab, quieren fomentar la producción chilena y están buscando financiamiento público y privado para comenzar con las investigaciones. «No solo queremos entrar al mercado cafetero, sino también rescatar un patrimonio hasta ahora desconocido en el país. El trabajo colectivo con los isleños es fundamental porque se deberá capacitar a aquellos que les interese ser parte de la finca de café que queremos crear en Isla de Pascua», asegura Pamela Villablanca, una de las socias de Bee Coffee.
A finales de marzo, se tostarán los primeros granos de café -para poder analizar sus características físicas- y dos días después se realizará una degustación en Providencia.
Además, el grupo viajará a la zona en los próximos meses. En el mejor de los escenarios -esto es, si consiguen el capital necesario para llevar a cabo la inversión-, partirían cosechando este año y en 2018 podrían lanzar el primer café chileno.
Foco en la calidad
La isla tiene una superficie de solo 163,3 kilómetros cuadrados y por eso competir por volumen, contra países como Brasil que producen 55 millones de sacos anuales, está fuera de sus posibilidades. Sin embargo, existe un mercado más pequeño donde Chile podría tener un espacio: el café de especialidad, que representa entre el 1% y el 2% de la producción total. «Queremos comercializar un producto único, que sea competitivo por su calidad y no por su cantidad. Además, uno que respete el origen del grano», comenta Villablanca. Por su parte, Maximiliano Morales, ingeniero agrónomo de AgroWine Lab, apunta que el atractivo de un café local para el mercado exterior es alto. «Internacionalmente, la percepción de los productos chilenos es fantástica. No solo por su calidad y trazabilidad, sino por la confianza en la gestión comercial», concluye.
8 mil pesos chilenos pueden costar los cafés de especialidad en envases de 250 gramos. Este tipo de producto se caracteriza por su baja producción y alta calidad.