La búsqueda constante para aumentar el rendimiento de los cultivos y producir variedades resistentes a las enfermedades, la sequía y las plagas se ha visto favorecida por el desarrollo de las nuevas tecnologías de edición génica. En estos días, probablemente el enfoque de edición génica más comúnmente utilizado en los laboratorios es el sistema de CRISPR/Cas9, en el que una guía de ARN, especialmente diseñada para que coincida con parte de una secuencia específica de genes objetivo, posicione a la nucleasa Cas9 en ese gen y le permita cortar el ADN.
Hasta la fecha, los investigadores han estado utilizando plásmidos de ADN para transferir Cas9 y guiar a los ARN en tejidos y células vegetales. Sin embargo, dice el genetista Jen Sheen de la Escuela de Medicina de Harvard, este enfoque corre el riesgo de crear mutaciones adicionales, ya sea a partir de la integración del propio plásmido en el genoma de la planta, o de la persistencia de los factores de edición génica codificados, los cuales pueden “continuar haciendo mutaciones”.
Por lo tanto, Sunghwa Choe de la Universidad Nacional de Seúl (Corea del Sur) y sus colegas idearon una técnica que evita el uso de plásmidos por completo. Ellos premontaron la proteína Cas9 y el complejo de ARN guía in vitro y luego mezclaron el complejo con polietilenglicol, que permite la transferencia directa por endocitosis hacia los protoplastos – células de plantas a las que se les han removido sus paredes celulares.
Los protoplastos editados se pueden entonces cultivar en pequeñas masas de tejido vegetal llamados callos, a partir del cual se puede regenerar una planta madura. Choe y sus colegas han creado plantas de lechuga editadas genéticamente que utilizan este enfoque y también han editado genes en los protoplastos de otras tres especies.
Evitar el uso de plásmidos no sólo debe evitar cualquier daño adicional no deseado en el, sino que también podría permitir que las plantas modificadas genéticamente se salten la supervisión normativa, explica Choe.