Cada día existe mayor conciencia sobre el crecimiento de la población, la demanda de alimentos, la escasez de recursos naturales y la necesidad de incrementar la productividad agrícola con menor huella ambiental. Sin embargo, el rol de la ciencia y la tecnología como herramientas fundamentales para cumplir con el desafío de alimentar al mundo aún requiere de la comprensión, el apoyo y el impulso decidido de consumidores, agricultores, agrónomos, ambientalistas, autoridades, líderes políticos y medios de comunicación.
La ciencia histórica y recientemente nos ha ayudado a mejorar la calidad de vida en todos los frentes, algunos más familiares que otros, como la salud y qué decir de la agricultura. No solo es la maquinaria la que representa los avances tecnológicos, es el conocimiento que hoy tenemos del suelo, el clima, el agua, las semillas, la genética, los ecosistemas, las plagas, la nutrición, las plantas y también las tecnologías como los agroquímicos y la agro biotecnología, dos herramientas complementarias que ayudan al agricultor a ser más productivo, y a avanzar hacia una agricultura ambientalmente más responsable.
Estas tecnologías cuentan con un respaldo científico comprobado de años de esfuerzo y de altas inversiones, sin embargo, algunos sectores dudan, y con posturas lejanas a la evidencia científica, tratan de restringir y prohibir el derecho a utilizarlas. Bienvenida la regulación basada en ciencia y en criterios de manejo del riesgo, que permitan aprovechar los adelantos científicos a favor de la agricultura y la producción de alimentos suficientes e inocuos.
América Latina aprovecha cada vez más su potencial agroalimentario; durante 2014 la agricultura registró un crecimiento sostenido en toda la región, a pesar del ataque de plagas y de condiciones climáticas adversas. Y eso se logró por la conjunción de varios factores, entre ellos el uso responsable de las tecnologías. Para mantener este crecimiento es vital no sólo una legislación adecuada que permita el acceso a tecnologías de la mayor calidad posible, también se requiere la existencia de programas que promuevan las Buenas Prácticas Agrícolas, BPAs; la implementación de estrategias de Manejo Integrado de Plagas, MIP y de campañas que eduquen sobre el uso responsable de todas las tecnologías.
Dos ejemplos que permiten visualizar la situación. El cultivo de la soja en Brasil y el Cono Sur, atacado desde 2013 por el gusano Helicoverpa armigera con pérdidas millonarias, registra un balance positivo en la temporada actual, porque agricultores, industria, academia, centros de investigación avanzaron en su control utilizando distintas estrategias, como el control cultural y el control químico en un marco de Manejo Integrado de Plagas, MIP.
Situación similar cabe destacar en Guatemala, Costa Rica, Honduras y México con la roya del café Actualmente la renovación de cafetales, las podas y fertilizaciones adecuadas indican el comienzo de la recuperación. Infortunadamente en El Salvador y Nicaragua las medidas de control y prevención apenas se comienzan a implementar.
Para que América Latina pueda seguir respondiendo al desafío de proveer más alimentos para una población en aumento, es necesario el compromiso de toda la cadena agrícola y de la sociedad en general, para darle un voto de confianza al agricultor, a la ciencia y la tecnología que existe detrás de los alimentos que consumimos al menos tres veces al día.
Fuente: CropLife Latin America (http://www.croplifela.org/es/documentos/informe-anual-2014/la-ciencia-y-la-tecnologia-claves-para-el-reto-de-alimentar-al-mundo.html)