En Chile se vive una paradoja en que se pueden sembrar semillas transgénicas con fines de exportación, pero no se pueden vender internamente. Sin embargo, sí se permite la importación, por ejemplo, de maíz transgénico.
En 15 años, la siembra de transgénicos en Chile ha aumentado 1.200%. Al cierre de 2012, se contabilizaron en el país 35.863 hectáreas con cultivos de este tipo, un 4,8% del total de superficie agrícola en Chile, las que suman 743.223 hectáreas, según datos de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa).
La totalidad de los cultivos transgénicos en el país son para producir semillas de exportación, lo que se fundamenta en una resolución del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) de 2001.
La paradoja es que mientras se pueden producir semillas modificadas que no se pueden comercializar en el mercado local, sí se permite la entrada de productos como el maíz transgénico. “Es absurdo que el maíz que llega a Chile sea transgénico y que éste alimente a los pollos y chanchos que comemos todos los días. Hay ignorancia”, recalca el presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura, Patricio Crespo.
Actualmente, en el Congreso hay cuatro proyectos de ley vinculados a los transgénicos. Unos que los apoyan y otros que los intentan prohibir.
También está en el Congreso un proyecto de ley que establece la obligación de rotular los alimentos transgénicos. En medio de la discusión, el senador Carlos Cantero ha expresado: “Estamos consumiendo productos transgénicos derivados de soya y maíz, internados desde Estados Unidos y Argentina, que llegan sin rotulación: aceite de soya, carne o lecitina de soya, helados de soya, galletas, aceite vegetal, entre otros. Esto denota una actitud contradictoria, ya que por un lado se prohíbe su producción para consumo interno, pero por otro se importan productos elaborados con materias primas transgénicas”.
En el mundo se comercializan principalmente dos modificaciones genéticas en la agricultura obtenidas mediante ingeniería genética. Uno aporta resistencia frente a los herbicidas (HT, por sus siglas en inglés) y el otro protege de los insectos (Bt).
Frente a esto, parte del empresariado agrícola chileno ve con buenos ojos la aprobación de una norma que liberalice el cultivo de variedades transgénicas. Más aún si se consideran los cambios que experimenta el sector, con un déficit hídrico que se ha prolongado por cuatro años. “A medida que aumenta la sequía, hay especies más tolerantes a la falta de agua. Va a ser importante tenerlas cuando la cosa se comience a apretar cada vez más”, insiste Crespo.
Mientras tanto, en la comuna de San Clemente, zona que concentra la mayor cantidad de cultivos transgénicos en Chile (13, 59% de la superficie total de siembras de este tipo a nivel nacional) continúan con sus siembras.
“La gente está contenta con estos cultivos, porque se genera bastante empleo. No tengo mayores observaciones o reclamos en contra de ello”, afirma su alcalde Juan Rojas.
El jefe comunal dice que durante el verano escasea la mano de obra para terminar las cosechas. “Aquí llegan las empresas a instalarse con los transgénicos con maíz y otros. Hay mucho trabajo. Ellos generan harto trabajo y en la temporada alta falta mano de obra”, afirma Rojas. E insiste frente a la oposición que generan los transgénicos en ciertos grupos: “Puede faltarles información”.
Fuente: El Pulso (http://www.pulso.cl/noticia/empresa-mercado/mercado/2013/06/13-24496-9-los-transgenicos-crecen-en-el-mundo-chile-sigue-a-la-espera-de-una-ley.shtml)