La agricultura convencional ha causado importantes impactos ambientales y su huella ecológica puede reducirse utilizando la biotecnología. Entre los progresos realizados hasta la fecha cabe señalar: una notable reducción de los plaguicidas; el ahorro de combustibles fósiles; el descenso de las emisiones de CO2 reduciendo o eliminando el arado; y la conservación del suelo y de la humedad optimizando las prácticas agrícolas sin labranza gracias a la aplicación de la tolerancia a herbicidas. En relación con los plaguicidas, la reducción acumulada entre 1996 y 2010 se cifra en un 9,1% ó 443 millones de kilogramos de principio activo (kg p.a.). Esto equivale a reducir un 17,9% el impacto ambiental provocado por la aplicación de plaguicidas a estos cultivos, según el «cociente de impacto ambiental» (EIQ por sus siglas en inglés): un indicador compuesto basado en los diversos factores que contribuyen al impacto ambiental neto de un determinado principio activo. Los datos de 2010 reflejan una reducción de 43,2 millones de kg p.a. (un 11,1 % de los plaguicidas aplicados) y una reducción del 26,1 % del EIQ.
Aumentar la eficiencia del consumo de agua tendrá importantes repercusiones para la conservación y disponibilidad de este recurso en todo el mundo. La agricultura consume actualmente el 70% del agua dulce del planeta, y es evidente que esto no se podrá sostener en el futuro cuando la población aumente casi un 50% hasta superar los 9.000 millones de habitantes en 2050. Está previsto que los primeros híbridos de maíz transgénico con cierto grado de tolerancia a la sequía se comercialicen en Estados Unidos en 2013, y que el primer maíz tropical tolerante a la sequía llegue al África Subsahariana en 2017. Se confía en que la tolerancia a la sequía sea de gran ayuda para aumentar la sostenibilidad de los sistemas agrícolas en todo el mundo, sobre todo en los países en desarrollo, donde las sequías son más frecuentes y severas que en los países industrializados.
Fuente: ISAAA (www.isaaa.org)