En una conferencia de prensa en Viena, Austria, un consorcio de investigación internacional, GMSAFOOD, informó que no encontró ningún efecto dañino para la salud en animales al consumir a largo plazo alimentos derivados de cultivos transgénicos. En sus estudios, los científicos investigaron los posibles riesgos a largo plazo asociados con la alimentación con el maíz transgénico resistente a insectos MON810 y con una arveja transgénica resistente a insectos en cerdos, salmones y ratones.
Los alimentos derivados de cultivos transgénicos autorizados deben ser tan seguros como su contraparte de productos convencionales. Eso es lo que dice la ley de la UE. Hasta ahora, no ha habido ninguna evidencia científica que indique que los productos derivados de cultivos transgénicos autorizados podrían causar efectos adversos a la salud de animales o seres humanos. Sin embargo, el debate público sobre posibles deficiencias en el procedimiento de autorización y la seguridad de estos alimentos se ha mantenido por años. En particular, países como Austria justifican su postura crítica en relación con la ingeniería genética de plantas, argumentando la falta de investigación sobre los potenciales riesgos a la salud a largo plazo. Este mes, investigadores austriacos de la Universidad Médica de Viena han presentado una investigación de largo plazo con alimentos derivados de cultivos transgénicos. Los científicos no pudieron encontrar ningún efecto negativo.
Los científicos que participan en GMSAFOOD, un proyecto de investigación financiado por la Unión Europea durante los últimos tres años, se habían fijado el objetivo de utilizar biomarcadores para llevar a cabo una búsqueda más exhaustiva de los posibles efectos negativos de los alimentos derivados de cultivos transgénicos sobre la salud. Los biomarcadores son características biológicas de un organismo que se pueden medir de manera objetiva y pueden indicar posibles procesos anormales en el cuerpo. Estos incluyen desde simples rasgos anatómicos como la tasa de crecimiento, como a su vez ciertas sustancias en el cuerpo que pueden indicar reacciones inmunológicas o alérgicas a un alimento. El objetivo era la identificación de biomarcadores apropiados en cerdos, ratones y salmones que pudiesen indicar efectos negativos para la salud, y verificar si ellos pueden ser utilizados en seres humanos con métodos de bioinformática.
En sus estudios, investigadores de Irlanda, Noruega, Austria, Hungría, Australia y Turquía utilizaron el maíz transgénico resistente a insectos MON810, el cual que ha sido autorizado en Europa desde 1998 y se cultivó en más de 100.000 hectáreas en España y Portugal el año pasado. Además, utilizaron una arveja transgénica desarrollada en Australia, a la cual se le introdujo el gen de un inhibidor de amilasa proveniente de porotos. Esta proteína otorga resistencia a ciertos insectos. Esta arveja transgénica no es comercializada en ninguna parte del mundo.
Los experimentos de alimentación, algunos de los cuales duraron toda la vida de los animales, no encontraron cambios negativos en el metabolismo de los cerdos, salmones y ratones. La progenie de los animales alimentados con las plantas transgénicas también se incluyeron en la evaluación, y los investigadores tampoco encontraron efectos negativos.
En las pruebas de alergenicidad, se encontró que la proteína de poroto en las arvejas transgénicas podría causar reacciones alérgicas en ratones. Sin embargo, los investigadores dijeron que este efecto era predecible ya que la proteína inhibidor de amilasa “natural” en porotos provocó reacciones muy similares en los experimentos que se llevaron a cabo.
Fuente: GMO Safety