Los agricultores que cultivan maíz se encuentran en plena época de siembra. Buena parte de ellos lo hacen con variedades genéticamente modificadas. Más del 97% de los agricultores que han utilizado estas semillas lo vuelven a hacer libremente al año siguiente, tanto en España como en el resto del mundo. Son más de 15 millones de agricultores los que siembran transgénicos en todo el mundo.
Los agricultores que compran este tipo de semillas, más caras, “lo hacen y repiten porque les genera mayores beneficios al final de la campaña”, tal como afirma Jose Luis Romeo, Presidente de la Asociación de Agricultores Pro Biotecnología de España (ProBio), una afirmación corroborada por las conclusiones de estudios independientes, que fijan en 122€/ha ese beneficio (Nature Biotechnology 2008. 26: 384-86).
Con respecto a la única modificación genética en maíz autorizada en España, y que hacen a la planta resistente a una plaga llamada taladro, Romeo resalta “nos supone un importante ahorro en gastos energéticos, por menores labores agrícolas, como en depreciación de maquinaria y en menor uso de plaguicidas”. Por otro lado, “evitamos las fuertes pérdidas de cosecha en caso de ataque del taladro”. En este sentido, afirma, “las organizaciones que dicen lo contrario es que no han hablado con los numerosos agricultores que usamos hace muchos años esta tecnología y no han pisado nuestros campos, algo que no me puedo explicar, porque algunas de ellas se supone que defienden los intereses de los agricultores”.
En la actualidad los dos únicos cultivos aprobados para su cultivo en la Unión Europea (maíz Mon810 y papa Amflora) han pasado todos los controles científicos de control sanitario y medioambiental avalados por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). En el mundo se llevan 15 años sembrando estos cultivos, con más de mil millones de hectáreas que ya se han utilizado con este fin, y no se ha detectado ningún caso de perjuicio para la salud humana. En los aspectos medioambientales, contra lo que se trata de transmitir por determinados colectivos, el impacto sobre el medio es sensiblemente menor que con la agricultura convencional, es decir contribuye a tener una agricultura más sustentable.
Fuente: Fundación Antama