La desertificación provoca que cada año se pierdan seis millones de hectáreas productivas.
La desertificación, que afecta a más de 110 países del mundo es responsable de la pérdida de aproximadamente seis millones de hectáreas al año de tierra productiva. Según un estudio de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) el 46% de las tierras cultivables en el mundo están moderadamente degradadas y un 16% están seriamente afectadas. Esta superficie es muy elevada si se tiene en cuenta que el 55% de la tierra habitable se utiliza para la agricultura.
Entre los principales factores que desencadenan esta situación se encuentran la explotación insostenible de los recursos hídricos, la pérdida de la cubierta vegetal, la concentración de la actividad económica en las zonas costeras, las actividades industriales, el turismo de masas y la agricultura de regadío.
Además, la FAO asegura que será necesario incrementar los rendimientos agrícolas en un 70% de aquí a 2050 para alimentar a los 9.100 millones de habitantes que poblarán el globo. Se hace por tanto imprescindible, según los expertos, lograr cultivos más eficientes y técnicas que conserven los suelos, o al menos los degraden en menor medida.
Otro dato a tener en cuenta en la utilización del agua para la agricultura. Actualmente, esta actividad emplea el 70% del agua potable de todo el planeta. Una persona consume de dos a cinco litros para vivir. Con el continuo aumento de la población, en los últimos 60 años la superficie irrigada se ha duplicado y el consumo de agua se ha triplicado. Aproximadamente, el 80% de la superficie de cultivo en el mundo es de secano (sólo se riega con el agua de lluvia) y en ella se produce el 60% de toda la producción agrícola mundial.
Actualmente, en los países desarrollados se necesitan 3.000 litros de agua por persona y día, contabilizando la utilización de agua en todas las actividades necesidades productivas, industriales y comerciales.
Gracias a la biotecnología se están logrando cultivos que requieren menos agua. Algunas compañías llevan tiempo trabajando en conseguir variedades vegetales que necesitan menos agua, no sólo para su desarrollo, sino para ser viables. Entre sus principales proyectos, que se encuentran en fase muy avanzada, destacan semillas tolerantes a la sequía; de cultivos que optimizan el uso del nitrogeno (reducen el consumo de energía y emiten menos gases de efecto invernadero); cultivos resistentes a plagas de insectos, y semillas de cultivos oleaginosos como soya y canola que producen aceites más saludables.
Entre los cultivos resistentes a sequía destacan el algodón y principalmente el maíz, ya que se trata de uno de los alimentos más importantes en el consumo del ser humano, especialmente en el tercer mundo. En África es el segundo cultivo por extensión y en alimentación, pero es el primero en calorías, proteínas y grasas. Gracias a estas variedades resistentes al estrés hídrico, que podrían ser comercializadas en Estados Unidos en 2012, se puede dar un paso importante en la lucha contra el hambre en este continente.
Estas avanzadas mejoraras genéticas han conseguido desarrollar aquellas semillas híbridas que mejor se adaptan a ambientes con condiciones de disponibilidad limitada de agua, en especial para aquellas zonas en las que sólo se riega cuando llueve. Se calcula que estas variedades pueden reducir en un tercio la cantidad empleada de agua por los agricultores.
Agricultura de conservación
Existen además otras técnicas para ahorrar agua y evitar la desertización. Hoy en día un uso más sustentable de la agricultura apuesta por una combinación de prácticas agronómicas como la agricultura de conservación, que ayuda a conservar la humedad del suelo y así puede ser absorbida por los cultivos, en vez de perderse por escorrentía junto con los sedimentos y nutrientes del suelo. Dejar una capa vegetal por el mínimo laboreo reduce la evaporación de la humedad del suelo.
Ciertos herbicidas ayudan a labrar menos para el control de malezas, por lo que también se conserva la humedad. Además, los tratamientos de semillas ayudan al establecimiento más rápido de los cultivos y así limitan la cantidad de agua perdida por evaporación antes de que el cultivo cubra el suelo con su estructura vegetativa
Un total de cinco millones de agricultores, principalmente de las zonas más desfavorecidas del mundo, donde el riego de los cultivos depende de la meteorología, podrían beneficiarse gracias a este tipo de cultivos.
Proyecto WEMA en África
Un ejemplo de ello es el proyecto WEMA (Water Efficient Maize for Africa), en el que están trabajando para ayudar a los productores del continente africano para desarrollar variedades maíz tolerantes a la sequía. Además de Monsanto, a cargo del estudio biotecnológico, junto con BASF, intervienen en este proyecto la Fundación Africana de Agricultura Tecnológica (AATF), los institutos de investigación agrícolas de Kenia, Mozambique, Sudáfrica, Tanzania y Uganda, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (Cimmyt); y como socios financieros están las Fundaciones de Bill y Melinda Gates y la de Howard G. Buffett (un hijo del multimillonario inversor Warren Buffett).
El objetivo que se ha marcado el proyecto WEMA es poner a disposición de los agricultores africanos una semilla de maíz tolerante a la sequía y libre de “royalties”. Se estima que gracias a estas variedades desarrolladas durante la próxima década podrían aumentar los rendimientos entre un 20 y un 35% en condiciones de sequía moderada en comparación con las actuales variedades. Este aumento se traduciría, en dos millones de toneladas adicionales de alimentos durante los años de sequía en los países africanos anteriormente referidos, lo que supondría que de catorce a veintiún millones de personas tendrían más alimentos, no sólo para comer, sino para poder comerciar.