Una publicación reciente (Aris & Leblanc 2011) afirma haber detectado en la sangre de mujeres canadienses, no embarazadas o embarazadas, y en los cordones umbilicales de los fetos de estas últimas, cantidades trazas de: i) herbicidas o sus principales metabolitos (utilizados en el cultivo de variedades transgénicas resistentes a herbicidas), y; ii) la proteína insecticida Cry1Ab (producida por ciertas variedades transgénicas resistentes a insectos, conocidos como cultivos Bt).
Aris y Leblanc afirman que detectaron la proteína Cry1Ab en el 93% de las mujeres embarazadas y en el 69% de las mujeres no embarazadas que fueron evaluadas y creen que esto está relacionado con el consumo de alimentos derivados de cultivos transgénicos. Como señalan los autores, esta sería la primera publicación que muestra la absorción y la detección positiva en sangre de humanos de la proteína Cry1Ab presente en algunos cultivos transgénicos resistentes a insectos.
Sin embargo, al realizar una evaluación científica de los resultados presentados por el estudio en cuestión, plantea muchas preguntas y dudas en cuanto a sus resultados.
Los autores no proporcionan ninguna evidencia de que los alimentos transgénicos hayan sido la fuente de la proteína. No se indica nada sobre la dieta de las personas que participaron en el estudio, por lo que la afirmación de que la detección de Cry1Ab está vinculada a ingerir alimentos transgénicos es, en el mejor de los casos, especulativa.
Varias formulaciones de insecticidas (ej. Dipel, Delfin, Xentari) contienen una mezcla de proteínas cristalizadas (incluyendo Cry1Ab) y esporas bacterianas que producen la proteína, las cuales se aplican en todo el mundo desde hace décadas en cultivos como el brócoli, coliflor, apio, melón, papas, espinacas, tomates, pepinos, nabos, uvas, kiwi, cítricos, paltas.
Los autores tampoco consideran que el origen de la proteína Cry1Ab pueda provenir de la agricultura orgánica, la cual tiene aprobado el uso de la proteína Cry1Ab en aerosoles, o también la aplicación directa de la bacteria que la produce, en cultivos de frutas y verduras.
En comparación, el consumo de alimentos derivados de maíz transgénico que contiene la proteína Cry1Ab (no hay otras especies de cultivos transgénicos actualmente comerciales que contengan la proteína Cry1Ab) es reciente y relativamente menor que las otra fuentes. Las variedades de maíz transgénico que contienen la proteína Cry1Ab se utilizan principalmente para alimentación animal y para la obtención de productos refinados tales como jarabe de maíz y almidón de maíz, que debido al procesamiento, no contienen ADN ni proteínas. Ninguno de los maíces transgénicos producidos hasta ahora corresponden a maíz dulce o a maíz para producir palomitas de maíz, por lo tanto no se consumen directamente. De esta forma, la ingesta de Cry1Ab por seres humanos a través de maíz transgénico Bt no es significante en comparación a la ingesta a través del consumo de productos convencionales y orgánicos.
Si consideramos que la única fuente de origen de la proteína Cry1Ab es el maíz Bt, y además consideramos que esta proteína no se bioacumula en el cuerpo humano (al igual que cualquier otra proteína), es necesario tener en cuenta entonces que todas las mujeres que dieron positivo para el análisis deben haber consumido maíz Bt recientemente. Entonces, ¿el 93% de las mujeres embarazadas en Canadá consume maíz casi a diario? ¿son los valores en sangre reportados por Aris y Leblanc consistentes con los niveles presentes en los granos de maíz Bt? La respuesta es no.
Los autores informaron valores promedio de 0,19 nanogramos por mililitro (ng/ml) de Cry1Ab en la sangre de mujeres embarazadas; 0,13 ng/ml en la sangre de mujeres no embarazadas y 0,04 ng/ml en cordones umbilicales. Sabiendo que los niveles de Cry1Ab en el grano del maíz MON810 son entre 190 y 390 ng/g de peso fresco, y asumiendo que el 1% pasara a la sangre (lo cual es una cantidad extremadamente excesiva teniendo en cuenta la cantidad de proteínas que se degradan, denaturan o “pierden” producto del almacenamiento del maíz, su cocción, la digestión gástrica y la barrera intestinal (conjunto anatómico y funcional que impide o modula la entrada de gérmenes, toxinas y otras macromoléculas desde el lumen intestinal a la sangre o la linfa), una mujer de 60kg debería consumir 120g de maíz por día para explicar el valor promedio reportado de 0,19 ng/ml de Cry1Ab en la sangre de mujeres embarazadas, asumiendo un volumen de plasma de 2,5 litros. Por su parte, una mujer de 60kg debería consumir sobre 1,5 kg de maíz por día para explicar el máximo valor reportado de 2,28 ng/ml de Cry1Ab en la sangre, lo que parece poco realista. Más aún, si se toman en cuenta todos los fluidos extracelulares (10 litros aprox.), implicaría un consumo promedio diario de 490g de maíz y 5,8kg diarios para alcanzar el máximo valor reportado.
Luego, la pregunta lógica sería ¿es confiable el método de detección utilizado por Aris y Leblanc para detectar la proteína Cry1Ab? La metodología utilizada por Aris y Leblanc no fue previamente validada para detectar la proteína Cry1Ab en sangre de humanos.
En mamíferos, la proteína Cry1Ab se degrada en el estómago. Si algún fragmento de la proteína Cry1Ab pasara hacia el flujo sanguíneo, su presencia sería en niveles considerablemente más bajos que los niveles reportados por el test utilizado en el estudio. El test utilizado, comercializado por Agdia, fue desarrollado para la detección en plantas de la proteína Cry1Ab y el fabricante indica un límite de detección de 0,25 ng/ml en extractos de hoja de maíz. Este test, ha permitido detectar proteína Cry1Ab en sangre de vacuno sólo hasta valores de 1 ng/ml (Paul et al. 2008), mientras que Aris y Leblanc afirman haber detectado concentraciones promedio más bajo que el límite de detección (0,19 ng/ml en la sangre de mujeres embarazadas; 0,13 ng/ml en la sangre de mujeres no embarazadas; 0,04ng/ml en el cordón umbilical de fetos).
Por otro lado, Lutz et al. 2005 demostró que el test de ELISA (el mismo utilizado por Aris y Leblanc para detectar la proteina Cry1Ab en la sangre de mujeres) detecta muchos falsos positivos ya que reacciona con fragmentos de la proteína (aún inmunoactivos) y no exclusivamente con la proteína íntegra. Por esta razón, para garantizar la identidad de las señales positivas obtenidas con ELISA se deben re-analizar con otra técnica que permita la detección de la proteína íntegra (para evitar así interpretaciones erróneas).
Además, aparte que Aris y Leblanc no discuten de estos temas en su publicación, también omiten los resultados de Chowdhury et al. 2003a, donde se muestra que el método de detección de ELISA tampoco funciona en muestras de sangre de cerdos.
Existen numerosos trabajos científicos que de forma directa o indirecta demuestran que cuando esta proteína es ingerida de forma oral ésta no es absorbida hacia la sangre. Esto es confirmado por varios estudios científicos que abordan la presencia y disgestibilidad de Cry1Ab después del consumo de maíz transgénico en distintas especies de animales: cerdos (Chowdhury et al. 2003a), vacas (Chowdhury et al. 2003b; Paul et al. 2010; Lutz et al. 2005), jabalíes (Wiedemann et al. 2009), ciervos (Guertler et al. 2008), pollos (Jennings et al. 2003) y ratones (Guimaraes et al. 2010; Adel-Patient et al. 2011). En ninguna de estas especies se pudo detectar la proteína Cry1Ab intacta o fragmentada en sangre o tejidos después de la administración controlada por vía oral de maíz transgénico Bt.
Entonces, en ausencia de la validación del método para la detección de Cry1Ab en sangre de humanos, es probable que los autores, de forma incorrecta, hayan concluido que cualquier señal indicativa de la presencia de la proteína Cry1Ab fuese real, mientras que lo más probable es que correspondan a falsos positivos. La validación es posible, sin embargo no fue realizada en el trabajo de Aris y Leblanc. Desde un punto de vista técnico y procedimental, esto se hace de una manera sencilla a través de una técnica llamada «Western blot», una técnica de laboratorio común, basada en la separación electroforética de las proteínas del plasma y la inmunodetección de la proteína Cry1Ab.
Finalmente, ha habido algunos grupos y algunos medios de prensa que han indicado que esto es la prueba de que los alimentos transgénicos no son seguros para el consumo humano. Sin embargo, hay que recalcar que el estudio de Aris y LeBlanc no encontró ningún problema de salud o de seguridad relacionados con el consumo de alimentos transgénicos. La proteína Cry1Ab ha sido sometida a rigurosas evaluaciones de seguridad, y estas pruebas no han demostrado ni tampoco sugieren algún riesgo de toxicidad para los seres humanos (Okunuki et al. 2002; Nakajima et al. 2007; Xu et al. 2009; Guimaraes et al. 2010; Adel-Patient et al. 2011; Randhawa et al. 2011). Todas las mujeres (o fetos) que participaron en el estudio eran sanos y no presentaron efectos adversos o inesperados a la salud.
La proteína Cry1Ab, sea ingerida a través del consumo de productos orgánicos o convencionales rociados con ella o por alimentos derivados de cultivos transgénicos (Bt) es segura para el consumo humano en los niveles que se aplica o produce.
Referencias:
Adel-Patient et al. 2011. PLoS One 6: e16346.
Aris & Leblanc 2011. Reprod Toxicol. 31(4):528-33.
Chowdhury et al. 2003a. J Anim Sci. 81:2546-51.
Chowdhury et al. 2003b. Vet Hum Toxicol. 45:72-5.
Guertler et al. 2008. Eur J Wildlife Res. 54:38-43j.
Guimaraes et al. 2010. J. Agric Food Chem. 21:3222-31.
Jennings et al. 2003. Poult Sci. 82(3):371-80.
Lutz et al. 2005. J. Agric. Food Chem. 53(5):1453-6.
Nakajima et al. 2007. Regul Toxicol Pharmacol. 47:90-5.
Okunuki et al. 2002. Shokuhin Eiseigaku Zasshi. 43:68-73.
Paul et al. 2008. Anal Chim Act. 607: 106-113.
Paul et al. 2010. Transgenic Res. 19(4):683-9.
Randhawa et al. 2011. Food Chem Toxicol. 49:356-62.
Wiedemann et al. 2009. Mamm. Biol. 74(3):191-7.
Xu et al. 2009. Food Chem Toxicol. 47:1459-65.